Pedro Sánchez impartiendo instrucciones de estrategia militar a Volodymyr Zelensky

Las desventuras de Zelensky en Kursk

¿Qué sentido tiene para las fuerzas ucranianas llevar la guerra a territorio ruso de forma efectiva? ¿Cuál es su ganancia estratégica?

Compartir en:

Han pasado tres semanas desde que las unidades terrestres de las Fuerzas Armadas de Ucrania cruzaron a la provincia de Kursk, en el suroeste de Rusia, sorprendiendo (o tal vez no) a Estados Unidos y a sus clientes en la OTAN. Dos días después, las Fuerzas Armadas de Ucrania comenzaron a realizar ataques con artillería y drones en Belgorod, una provincia al sur de Kursk. Ha pasado poco más de una semana desde que las explosiones en la planta de energía nuclear de Zaporozhye, que se encuentra en lo que ahora es territorio ruso a lo largo del río Dnipro, provocaron un incendio en una de las dos torres de enfriamiento de la planta. Los seis reactores están ahora en parada en frío.

En un documento que aún no ha sido confirmado, la agencia de noticias bielorrusa BelTA informó el fin de semana pasado que Ucrania ha acumulado importantes fuerzas a lo largo de la frontera entre Bielorrusia y Ucrania. Aleksandr Lukashenko, el presidente bielorruso, estimó el número de tropas en unos improbables 120.000. Más allá, en territorio especulativo, RT International informó el fin de semana de que las Fuerzas Armadas de Ucrania están “preparando una falsa bandera nuclear: la explosión de una bomba atómica sucia”, dirigida contra los sitios de almacenamiento de desechos nucleares en la planta de Zaporozhye. RT citó “inteligencia recibida por Rusia” y a un corresponsal militar y documentalista llamado Marat Khairullin.

¿Ah, sí? Veámoslo, pues. 

Cuando empecé mis aventuras en el gran en el gran navío del New York Daily News, hace ya muchos años, dos de los mejores fragmentos de sabiduría que recogí fueron: «Ve con lo que tienes» y «En caso de duda, déjalo fuera». Procedamos en consecuencia al considerar las últimas acciones de Ucrania en la guerra por poderes que libra. Dejaré de lado los informes de BelTA y RT International a la espera de nuevos acontecimientos, pero con esta advertencia: amasar unidades a lo largo de la frontera bielorrusa estaría totalmente en concordancia con las recientes incursiones de las fuerzas ucranianas en territorio ruso. En cuanto a la inminencia de una peligrosa operación de falsa bandera en la planta de Zaporozhye, no me extrañaría por parte de un régimen que ha actuado de forma imprudente e irracional en numerosas ocasiones en el pasado.

¿Por qué los ucranianos enviaron tropas, tanques, artillería, unidades de aviones no tripulados y material diverso a Kursk el martes 6 de agosto? ¿Y luego la operación auxiliar en Belgorod? Todo el mundo —supuestamente todo el mundo— se lo preguntaba al principio. Esta es nuestra pregunta, y en breve llegaré al «supuestamente».

En vísperas de la incursión, Kiev perdía terreno constantemente ante un nuevo avance ruso en el este de Ucrania. Las fuerzas ucranianas, críticamente escasas de tropas, están, de hecho, a punto de perder una ciudad tácticamente importante, Pokrovsk, en su lado de la frontera rusa. Pensar que las fuerzas ucranianas mantendrían y ampliarían su operación de Kursk para llevar la guerra a territorio ruso de forma efectiva es, a primera vista, absurdo. ¿Qué sentido tenía? ¿Dónde está la ganancia estratégica?

En su discurso del lunes por la noche en la convención del Partido Demócrata en Chicago, Joe Biden defendió su guerra por poderes en Ucrania como una guerra justa librada en nombre de la democracia y la libertad. Dejando a un lado la vacuidad de esta caracterización, la pregunta sigue en pie. ¿Qué sentido tiene que la operación Kursk continúe? Los ucranianos tienen ahora una ciudad rusa y seis pueblos, según los últimos informes, que también indican que se han puesto a destruir puentes críticos para las líneas de suministro rusas. Pero, ¿hacia dónde? No veo una respuesta sensata.

No hay duda de que los rusos fueron sorprendidos con la guardia baja cuando los ucranianos cruzaron la aldea fronteriza de Sudzha y avanzaron, evidentemente con poca resistencia inicial, hacia el interior del territorio ruso. Cientos de miles de rusos han sido evacuados; el gobernador de Belgorod declaró rápidamente el estado de emergencia tras los ataques con drones y artillería efectuados el 14 de agosto.

Pero no podemos considerar esto como ningún tipo de movimiento estratégico astuto. No pretendo tener una visión interna del aparente fallo de los servicios de inteligencia rusos o de lo que parece ser su respuesta desprevenida. Pero no creo que podamos atribuir correctamente los acontecimientos hasta la fecha a la fuerza superior de las fuerzas ucranianas o a la debilidad o incompetencia de los rusos. Los corresponsales occidentales se divierten informando de que el torpe Moscú vuelve a tropezar, pero yo no me lo creo. En mi opinión, se trata probablemente de otro caso de moderación rusa: los ucranianos están utilizando armas suministradas por Estados Unidos y la OTAN, y el Kremlin siempre ha sido muy sensible al riesgo de una escalada contra los patrocinadores occidentales de Kiev.

Ucrania ha «cambiado la narrativa», informan los medios main stream con evidente aprobación. La incursión marca un «cambio decisivo» en la dirección de la guerra, informó The New York Times el 15 de agosto. El poco profesional Anton Troianovski informó en la edición del mismo día de que la incursión de Ucrania «da la vuelta al guión de Putin». De todas estas ilusiones, vueltas de tuerca y distorsiones sacamos una conclusión útil: en gran medida, esta locura tiene que ver con guiones, apariencias, exhibición, historias.

 

 

Mi conclusión: no ha cambiado el guion de nadie. Es probable que esta operación esté funcionando al revés de lo que estamos leyendo en los medios main stream. La mejor explicación que se les ha ocurrido hasta ahora es que el plan de Kiev era alejar a las fuerzas rusas del frente en el lado ucraniano de la frontera. Es evidente que eso no ha sucedido, por mucho que el Times diga lo contrario. «Y ahora Moscú ha comenzado a retirar algunas tropas de Ucrania en un esfuerzo por repeler la ofensiva de Kiev hacia el oeste de Rusia, informó Constant Méthuet el 14 de agosto —antes de añadir: «según funcionarios estadounidenses y ucranianos». Periodismo de mierda. Simplemente crapuloso. No hay pruebas de ello en absoluto, sólo de nuevos avances rusos, como se ha señalado anteriormente.

A la inversa, la aventura de Kursk requirió muchas unidades ucranianas para ponerse en marcha y más ahora para mantenerse. Es Kiev quien está malgastando recursos en lo que está destinado a terminar en retirada. El ejército ruso no ha desplegado nada que se acerque a la totalidad de sus fuerzas. Es probable que esto termine cuando Moscú lo decida, y mientras tanto los rusos parecen librar la misma desgastante guerra de desgaste que ha reducido a las fuerzas ucranianas a algo parecido a una fuerza desesperada en el frente interno.

Los primeros informes de prensa sobre la aventura de Kursk decían que a los altos funcionarios de Washington les había pillado totalmente por sorpresa y estaban tan perplejos como el resto de nosotros en cuanto al «¿Por qué?» del asunto. Eso tampoco lo acepto al pie de la letra. El Times publicó un extenso reportaje sobre los preparativos de los ucranianos, en el que los residentes de las ciudades fronterizas con Kursk comentaban durante semanas la acumulación de unidades y material de los ucranianos antes de que comenzara la operación. La inteligencia rusa tomó nota, informó también The Times. ¿Y al Pentágono, a las agencias de inteligencia y a la administración les pilló por sorpresa?

No mucho antes de la incursión, el régimen de Biden había concedido a Kiev la dispensa de utilizar armas fabricadas en Estados Unidos contra objetivos rusos siempre que se desplegaran en defensa propia y contra objetivos militares. Y la única razón por la que Estados Unidos está interesado en Ucrania, debemos recordarlo —olvidémonos de la libertad y la democracia, por el amor de Dios— es para su uso en la prosecución de la larga y variada campaña de Occidente para subvertir a la «Rusia de Putin». Este sigue siendo el objetivo final. En el asunto de la mano de Washington en llevar al régimen de Zelensky de una a otra aventura, la gente de seguridad nacional de Biden lleva puestas más hojas de higuera que las que hay en un árbol de Toscana.

Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta la división de opiniones entre las camarillas políticas de Washington. Aunque es casi seguro que Estados Unidos tenía conocimiento previo de la incursión en Kursk y, tácitamente o no, puede haberla aprobado, hay indicios de que algunos funcionarios piensan que Volodymyr Zelensky ha superado su utilidad para el régimen de Biden, que, después de todo, ha mantenido durante mucho tiempo su aversión al presidente del régimen de Kiev por obstruccionista, difícil de trabajar con él, excesivamente corrupto incluso para los estándares del régimen de Biden, y torpe en cuestiones del arte de gobernar.

El Washington Post informó el 17 de agosto de que la operación de Kursk, entre otras consecuencias, echó por tierra un plan para que las delegaciones ucraniana y rusa se reunieran en Qatar este mes para negociar un alto el fuego parcial que cubriera los ataques a las infraestructuras relacionadas con la energía y la electricidad. La esperanza compartida era que estas conversaciones supusieran una apertura a un acuerdo más amplio. Aunque las facciones de Washington han intentado durante meses acercar la crisis ucraniana a la mesa de negociación, esta propuesta está ahora muerta. No es por simplificar el caso, pero el régimen de Biden tiene, en efecto, otro Netanyahu entre manos.

Stephen Bryen, antiguo alto funcionario del Departamento de Defensa que ahora publica un boletín llamado Weapons and Strategy [Armas y Estrategia] —y que es de convicciones decididamente derechistas, subrayémoslo- escribió una columna el 13 de agosto en la que especulaba (especulación informada pero especulación) que Estados Unidos y sus aliados europeos planean iniciar una campaña para desacreditar a Zelensky y reemplazarlo. No hay certeza en esto, pero no me cuesta pensar que pueda ser así. El sustituto de Zelensky, escribe Bryen, sería Arsen Avakov, que anteriormente fue ministro del Interior de Kiev y tiene fuertes vínculos con la inteligencia ucraniana, los poderosos elementos neonazis de ejército ucraniano y varios líderes europeos.

Se trata de una interesante combinación de conexiones, de ser así. De este modo, Avakov estaría en condiciones de hablar con Occidente —en lugar de la insistencia y los ladridos de Zelensky— y mantener a raya a los rusófobos radicales en el ejército una vez que comiencen las negociaciones. Conocer las cañerías del aparato de inteligencia ucraniano también sería una ventaja, dada su prominencia dentro del Estado ucraniano.

Veamos los que dice Bryen sobre todo esto, citando al SVR, el servicio de inteligencia exterior de Moscú:

Una de las razones por las que Occidente quiere deshacerse de Zelensky, según el SVR, es su falta de voluntad para negociar con Rusia a menos que se acepten muchas condiciones previas, incluida la retirada total del ejército ruso del territorio ucraniano. En realidad, las condiciones de Zelensky para cualquier acuerdo con Rusia se alinean bastante bien con Azov y otras organizaciones de extrema derecha.

El artículo de Bryen, aunque hay mucho en él que no está confirmado, me lleva a mi teoría del perro rabioso sobre el odioso Zelensky y por qué está autorizando la operación Kursk, el sabotaje en la central nuclear de Zaporozhye y cualquier otra cosa que Kiev pueda estar tramando. (Y no nos molestemos una vez más con la tontería de que Rusia es responsable de bombardear la central mientras la ocupa). Zelensky es un hombre desesperado. La guerra está perdida, la ley marcial le ha hecho profundamente impopular —los ucranianos están empezando a protestar mientras los reclutadores del ejército secuestran en las calles a hombres en edad de alistarse— y Occidente, como es bien sabido, está perdiendo la fe en la guerra del ejército ucraniano. No hay que olvidar que el régimen de Biden acaba de anunciar 20.000 millones de dólares adicionales en envíos de armas a Israel. Entre otras cosas, Zelensky tiene que demostrar a Occidente que su ejército sigue lo bastante vivo como para merecer más miles de millones en dinero y material. ¿Dónde está mi dinero?, se inquieta el hombre.

Tal vez Zelensky quiera algunos bienes inmuebles rusos como ventaja negociadora en las negociaciones con Rusia, que ha llegado a aceptar como inevitables. Es posible, pero no encaja con su firme insistencia en que la plena restauración del territorio ucraniano, incluida Crimea, no es negociable, una condición previa para cualquier diplomacia. Y como en el caso de Netanyahu, un acuerdo pondría su futuro político en gran duda.

En cualquier caso, Zelensky eligió mal cuando sus tropas cruzaron a territorio ruso en Kursk. La victoria del Ejército Rojo contra la Wehrmacht en Kursk, en 1943, fue la mayor batalla de la historia de la guerra y dejó aproximadamente 1,7 millones de rusos muertos, heridos o desaparecidos. Junto con Stalingrado, marcó un momento decisivo en la victoria aliada sobre el Reich. Los rusos no olvidan este tipo de cosas, especialmente cuando las armas alemanas forman parte del arsenal del ejército ucraniano. Pensar en tropas y tanques ucranianos controlando Kursk es otro de los errores de cálculo que ensucian la historia de esta guerra desde que comenzó con el golpe de Estado inspirado por Estados Unidos hace 10 años.

 

Patrick Lawrence, corresponsal en el extranjero durante muchos años, principalmente para el  International Herald Tribune , es crítico de medios, ensayista, autor y conferenciante.

© Scheerpost

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar