Colectivos feministas en una manifestación contra la "extrema derecha", el pasado mes de junio en París.

Retrato de un pijoprogre

Sueña con un mundo regido por la razón y el interés propio, y desconfía de las pasiones populares basadas en la identidad

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La burguesía progresista (popularmente conocida como los pijoprogres) ha adoptado, al menos en palabras, los valores de tolerancia y apertura a los demás de sus antepasados de la Ilustración. Aborrece todo extremismo. Sólo percibe el peligro de la guerra cuando dicho peligro va acompañado de agresión y violencia, que atribuye a individuos (Gadafi, Sadam Husein, Milosevic, Putin, etc.) y no a masas. Con la inmigración, se beneficia de una mano de obra nacional exótica y mal pagada. Mantiene contactos civiles y agradables con coetáneos de todos los orígenes y colores. Considera el rechazo de los extranjeros de origen obrero como racismo, que desaprueba. Heredera de los valores del siglo XVIII y de la masonería, sueña con un mundo regido por la razón y el interés propio, y desconfía de las pasiones populares basadas en la identidad, pues imagina, con razón o sin ella, que podrían conducir al caos o a la guerra civil. Al hacerlo, ignora la importancia de la identidad para dar sentido, sobre todo en una época caracterizada por el miedo a un futuro incierto.

Su énfasis en las virtudes de la tolerancia la lleva a mirar con buenos ojos las identidades extranjeras sin ver el peligro que representan para la identidad propia. Además, su pasión por la razón universal la lleva a creer que el mundo se parece a ella en esta visión universalista, y cree que los ideales occidentales serán un día asumidos por toda la humanidad, ignorando la importancia de las emociones y pasiones que, para los pijoprogres, son la supervivencia de un alma primitiva. Identificados con el bando de los buenos, militan por el sueño de una inmigración razonada, el desarrollo sostenible y la ecología, sin darse cuenta de que sus luchas no son compartidas por las clases trabajadoras que sufren las consecuencias de la globalización que ellos implantan. No ven que nuevas potencias están al acecho, con sus propios deseos hegemónicos e imperialistas, y que van a aprovecharse de esta debilidad que yace en el corazón del sueño irenista de Occidente, tanto más cuanto que son conscientes de las corrupciones y vicios que se esconden detrás de este proclamado idealismo.

© Causeur

 

 

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