El “compromiso de integración” de los inmigrantes

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Una noticia publicada por el diario valentino Levante-EMV el pasado 16 de mayo pone de relieve la pertinencia del “compromiso de integración” (antes se llamaba “contrato”) del que se está hablando en abundancia durante las últimas semanas. Se trata de la condena a un inmigrante “de la selva ecuatoriana” por mantener relaciones sexuales con una niña de 12 años. La ley, es evidente, se ha aplicado, pero con polémica: al acusado se le ha reducido la pena por considerar la cultura propia como eximente.
 
Ahora bien, si este joven, al cual no le presupongo ninguna mala fe, hubiera sabido cuáles son las “costumbres” propias de nuestro país (que los menores son intocables, y más para satisfacer deseos carnales), no se habría visto en un juicio, y menos con una condena de prisión. ¿Se habría vulnerado su libertad si alguien le hubiera hecho firmar un documento donde se le hubiesen explicado ésta y más cosas? No, nos habríamos ahorrado unos gastos judiciales.
 
La inmigración es dura, y el ejemplo más claro es que una cantidad notable de extranjeros (sobre todo quienes ya han pasado la treintena), en cuanto pueden se vuelven a sus países. Y nadie podrá decir que se les ha obligado a venir o a irse. Y estas tierras de Europa, quieran o no los multiculturalistas, ni son su país ni así las consideran. Lo serán, si ellos quieren y se comprometen a ello, pero desde la integración primero, y la asimilación después, porque, si no es así, no tendremos inmigrantes ni hijos de inmigrantes compatriotas, sino colonos. Y jamás un colono ha sentido afecto o respeto por los lugares –o las personas– donde se ha establecido.
 
El “Compromiso de Integración” lanzado por el conseller de Inmigración y Ciudadanía de la Generalitat Valenciana, Rafael Blasco, ha de ser, pues, el compromiso de respetar la idiosincrasia, las costumbres y las tradiciones del territorio, en principio ajeno, donde una persona desarrolla su periplo vital. Evidentemente, ha recibido críticas de la izquierda, movimientos solidarios, antirracistas y grupillos del estilo. Y sorprende, porque demuestran su absoluta ceguera contra toda propuesta del PP y su cerrar filas a la hora de quedar bien con lo “étnico”.
 
Sin embargo, el “Compromiso de Integración” busca su fundamento en la libertad del individuo, por encima de pertenencias étnicas, sociales, religiosas o de cualquier tipo. Por ejemplo (y es inaudito que quienes rebuznan contra la propuesta del PP valenciano no se percaten de las implicaciones): respetar que en España hay gente que toma el sol desnuda en las playas; que las mujeres van, a su elección, con minifalda o con vestido largo; que no pueden obligar a una hija a casarse con un polígamo (presente o futuro); tampoco practicar la poligamia; que en el colegio los jóvenes hacen gimnasia sin segregación de géneros, y en las piscinas públicas se nada con bañador o bikini; que la gente tiene perros en casa, y no se trata de un animal impuro; que en los colegios se explica lo referente a la sexualidad y a la reproducción humana, y todo el mundo tiene derecho a casarse con quien quiera, practique la religión que practique (o no practique ninguna); que la gente puede cambiar de religión las veces que le apetezca sin ser amenazado de muerte; que los miembros de los colectivos GLBT tienen los mismos derechos que los heterosexuales, sin miedo a que nadie los condene a la horca; que en muchas comunidades autónomas hay dos lenguas oficiales, y nadie puede pedir la exención de estudiarlas; que quienes matan animales para devorarlos han de cumplir una serie de normas…
 
Podría extenderme hasta el infinito, esgrimiendo argumentos (“progresistas”) de por qué es importante la firma de un contrato que comprometa al inmigrante a comportarse como uno más. Porque, al fin y al cabo, se trata de eso: exponerle nuestras libertades, cuánto nos ha costado llegar a ellas, y ofrecerle el nivel de vida de que gozamos en Europa.
 
Espero que la propuesta del conseller Rafael Blasco prospere, y otras comunidades autónomas tomen nota. Más que un documento para la tranquilidad de los valencianos, es un salvoconducto para la seguridad de los foráneos, porque de facto serán uno más.
 
Pero si nuestra forma de ser atenta contra los sentimientos más profundos de un inmigrante, y ve inmoral o imposible vivir con nosotros, que ni se preocupe ni intente cambiarnos. De todos los aeropuertos de España salen vuelos a diario.

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