Lo que pocos se atreven a decir

Muertes de inmigrantes: ¿quién tiene la culpa?

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JOSEP CARLES LAÍNEZ
 
Los grandes medios, los políticos y las asociaciones altermundistas juegan con las palabras para hacer caer al incauto. Se necesita mucha cara dura o muy poco conocimiento para disfrazar los hechos del modo que vemos a diario. Se tergiversa la realidad con el objetivo de mover a la masa social a una piedad hueca. El fin es establecer un nuevo orden multicultural, particular Ítaca o tierra de colorín colorado, donde todos seremos felices.
 
La desaparición de seres humanos en pateras, botes o artefactos de navegación precaria son usuales en nuestras costas. Algunos llegan mal, otros llegan muertos y otros han sembrado el camino de pasto para peces. Duro trayecto el del “emigrante” que ha de dejar la vida en el viaje hacia su paraíso de televisiones y grandes almacenes. Sin embargo, las ONG de buena onda, enrolladetes y tal, siguen lanzando sobre la conciencia de los europeos las muertes de los africanos en el Atlántico. Lo logran consiguiendo que por todas partes se lean titulares como la nota de prensa enviada por Europa Press el 15 de julio de 2008: “Concentración y rosas en el mar en Motril en memoria de los últimos inmigrantes fallecidos en las pateras”.
 
No obstante, hemos de plantearnos urgentemente una pregunta: ¿es un inmigrante todo aquel que muere en una patera? Si aún está en aguas internacionales, ¿a qué territorio ha inmigrado? ¿No será tal vez un exiliado, un fugitivo o, en el mejor de los casos, un emigrante sin más? ¿Y cuándo puede transformarse un residente en colono? No pensemos ahora en las madres africanas con bebés a cuestas que se juegan la vida para llegar a Europa e intentar labrarse un porvenir. Pensemos en los ingleses o irlandeses en Estados Unidos y en Australia; en los holandeses en Suráfrica; en los galeses en Argentina… ¿Cómo llamarían a estas personas los indígenas? ¿Inmigrantes, exiliados, colonos, colonizadores? ¿No se jugaban la vida huyendo, en muchos casos, de persecuciones religiosas para dar un futuro a sus hijos en un país donde empezaran desde cero? Sí, así es. Pero para la nueva policía del pensamiento altermundista los europeos nunca hemos sido inmigrantes, salvo si nos dirigíamos a otras tierras de europeos de mayor nivel económico que las nuestras. Si eran otras zonas del planeta, pasábamos a ser despreciables colonos. Y no digo que la mayoría no lo fuera, pero la convivencia con los autóctonos, en diversas regiones, fue respetuosa.
 
Juzguen, pues, cómo cambia la visión si en vez de en un pobre inmigrante fallecido en una patera a causa de nuestro racismo, pensamos en un muchacho con esperanzas (y tal vez universitario) que huye de su país debido a la dictadura imperante en él y muere porque sus políticos prefieren el beneficio personal que el progreso de sus países, objetivamente ricos. La primera de las visiones nos lleva a flagelarnos; la segunda, a soluciones más fructíferas: deber de injerencia (tal y como proponía hace más de una década el ministro francés Bernard Kouchner, fundador de Médicos sin fronteras) para llevar ayuda humanitaria o, aún mejor, deponer a dictadores y establecer gobiernos internacionales; políticas de apoyo a la industria y a la agricultura en los países foco de emigración; inversión de beneficios de recursos minerales y energéticos en los propios países; creación de redes de carreteras, aeropuertos, saneamiento urbano, atención médica, escolarización, políticas de igualdad…
 
Nadie quiere dejar su país, su familia, sus calles, su aroma, su gastronomía, su música, sus paisajes… Esto se lo podrían grabar a fuego los nuevos hermanitos laicos de la caridad. Los fugitivos de gobiernos y situaciones económicas desastrosas vienen a Europa a conseguir lo que en África no pueden obtener. De poder hacerlo allí, ¿qué sentido tendría arriesgar vida física y psíquica en el empeño?
 
Así que nadie les tome el pelo. Las tristes imágenes de africanos muriendo cuando se aproximan a España no se producen por culpa nuestra. Europa no tiene la culpa de esas muertes. Los culpables son los africanos que detentan el poder en África sin saber nada de gobierno, y han creado, tras hermosas declaraciones de independencia, Estados invivibles, a la par que han olvidado cualquier asomo de piedad y de justicia. Y quizá, también, de humanidad.

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