Hace bastantes años, en los mentideros de determinadas asociaciones que organizaban actos con participantes de todo el mundo, se oía decir a alguno de los patrocinadores: "en esta mesa, vamos a poner a un africano, porque un africano siempre queda bien, le da un toque internacional". Y allí iban los indistinguibles invitados de Canadá, Francia o Rusia junto al flamante congresista llegado de Nigeria o de Mozambique. Doy fe, para los lectores más buenrollito, que no había chanza o desconsideración alguna en quien obraba así.
Ahora los africanos, como invitados internacionales, están en horas bajas. Los organizadores de congresos, encuentros o premios han cambiado su táctica. Un africano ya no tiene pedigree; suena a patera, a inmigrante desatendido o inactivo por las calles, a puesto de dvd’s o cd’s piratas. Ahora lo guay es otra cosa, y en femenino: ¡Ponga un velo en su vida! No los he oído, pero me los imagino: “Vamos a darle la beca a esta, que es musulmana, porque queda multicultural e integrador sacarnos una foto con una mujer con velo”.
Y los árabes sustituyeron a los africanos
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