El presidente del gobierno Pedro Sánchez no mentía en la sesión de investidura, celebrada el pasado 4 de enero, cuando prometió a los españoles no endeudar más al Estado, incrementar el gasto público en un 3,5% del PIB (unos 40 000 millones de euros), y al mismo tiempo recaudar unos 6.000 millones extra mediante acciones fiscales urgentes, como las tasas a proveedores de servicios en Internet y la lucha contra el fraude fiscal. Engañó, cosa a la que está acostumbrado y puede hacer con absoluta naturalidad, pero no mintió porque el descuadre previsto de más de TREINTA MIL millones de euros entre los ingresos y los gastos con cargo a la administración tiene un aval importantísimo, definitivo aunque no confesable: las amistades de Podemos con las narcodictaduras suramericanas y su excelente sintonía con la clase política más corrupta y criminal que ha medrado en aquella parte del mundo desde finales del
siglo XX. Evo Morales, Chávez, Maduro, el heredero Canel, Ortega, Correa y afines, tras décadas de saquear a sus infelices naciones, actuar como jerarcas del narcotráfico e imponer el terror “revolucionario” como forma de gobierno (por llamar de alguna manera a sus fechorías), han acumulado descomunales activos de capital, caudales fruto del pillaje y la producción/distribución de estupefacientes con patente corsaria estatal; y dichos activos, como es de lógica financiera, necesitan un ámbito y un referente económico más o menos legal para blanquearse. España es su objetivo, y los socios de Sánchez, los otrora indignados podemitas, son la llave de esta operación que consolidará la relajada presencia en nuestro país de aquellos fondos rentados por el crimen y empapados de sangre, miseria y sufrimiento ajeno.
No aventuro conjeturas conspirativas, no lanzo juicios temerarios y sensacionalistas: me ciño a la evidencia y a la única conclusión a la que puede llegarse tras observar detenidamente el curso de los acontecimientos en el pasado próximo. Ningún político, por irresponsable y memo que sea, puede tener el cuajo de plantarse ante la cámara de diputados, como hizo Sánchez, y comprometerse a una política económica tan descabellada… A menos que, en lo reservado de su intimidad, esté convencido de que el plan es viable porque “trabaja con red”. Esa red se llama dirigencia de Podemos y las amistades peligrosas de la dirigencia de Podemos.
Algunos analistas aventuran que Sánchez tiene previsto sacarse de la manga impuestos no confesados por el momento, subidas de precios y cargas tributarias a las rentas más enjundiosas. ¡Pero sabemos que eso piensa hacerlo de todas formas! De hecho, ya se está haciendo. Por ejemplo: el precio del transporte público en Barcelona ha subido un 12% el día 1 de enero de este año. Nadie con dos dedos de luces ignora que Sánchez y su gobierno “progresista” (si esto es progreso, el canibalismo es gastronomía) van a pegar la gran mordida a las rentas más altas, a las medianas y, cuando no le quede más remedio porque la caja se vacía a velocidad de vértigo, las más bajas. Lo cual, unido al encarecimiento de los servicios básicos comunes (luz, transporte, combustibles…), remediará más o menos los desequilibrios evidentes de su plan económico. Pero todo eso no basta, ni por lo remoto. Es necesario llenar las arcas del Estado español con los capitales rapiñados a los pueblos de Suramérica y legalizados en nuestro país, también con los beneficios del gran negocio de las narcodictaduras que han campado durante décadas de infamia en Suramérica, sostenidas por una terrible represión y alimentadas por el escandaloso expolio perpetrado por esa casta criminal, la cual germinó y se consolidó bajo el ala doctrinal globalista-indigenista, eso que el inefable Zapatero y otros visionarios denominan “socialismo del siglo XXI”.
Demasiadas casualidades
No es casualidad, no puede ser casualidad que al día siguiente de que Tuto Quiroga, delegado ante la comunidad internacional del gobierno interino de Bolivia, declarase que “Sánchez y Podemos deben estar muertos de miedo” por las posibles revelaciones y confesiones de exgobernantes bolivianos refugiados en la embajada de México en La Paz, ocurriese el célebre incidente de los Geos españoles que intentaron colarse en la sede consular con el objetivo, más que creíble, de sacar de Bolivia a toda prisa a aquellos políticos, colaboradores cercanos de Evo Morales, acogidos a la inmunidad del asilo diplomático.
No es casualidad, no puede ser casualidad que el sátrapa Maduro haya intentado un nuevo golpe de estado, usurpando la presidencia legal a Guaidó, unos días después de que el gobierno interino de Bolivia haya solicitado a la fiscalía que cite a declarar a Zapatero, Baltasar Garzón, Pablo Iglesias, Monedero y Errejón, en un intento muy plausible, aunque con pocas probabilidades de verificarse, por clarificar el entramado español en los crímenes de la narcodictadura de Evo Morales: cómo han colaborado y cómo se han beneficiado de esta ignominia, cuánto han recibido y cuánto han facilitado, qué favores han hecho y qué favores han recibido.
Naturalmente, el dictador venezolano no es idiota (no del todo); sabe perfectamente que tirando de la madeja boliviana saldrán los trapos a medio lavar de sus idilios con la izquierda yeyé española desde hace lustros; y sabe perfectamente que muchos de sus países vecinos, empezando por Colombia, y no digamos los Estados Unidos, están a la espera de causa definitiva que legitime una intervención armada internacional en Venezuela, única vía (a estas alturas todo el mundo está convencido de ello), de desencostrar a la tiranía parasitaria chavista de la maltratada sociedad venezolana. El “hilo boliviano” puede ser ese elemento definitivo, y Maduro y los maduristas lo saben. También saben, porque son malvados pero no estúpidos, que cuando llegue el momento sólo les valdrá un argumento para la queja, la alegación ante la comunidad internacional de que han sido supuestamente agredidas “instituciones democráticas” venezolanas que ellos, previamente, se han encargado de usurpar y monopolizar. Ese es (ojalá pudiese escribir “era”) el auténtico objetivo del golpe del 5 de enero.
España, futuro paraíso narco
Imaginen su barrio, su ciudad, convertidos en Ciudad Juárez. A eso arriesga su futuro y el de los españoles Pedro Sánchez. A veces no queda más remedio que jugarse la boca. Me la juego y lo repito: imaginen a España convertida en el México de los cárteles, sí: ese campo de batalla perdulario que tantas horas de asueto nos ha ofrecido en las series de Netflix, donde los débiles caen como moscas y los matones creen en Dios y cada domingo van a misa. Visualicen a esos mismos matones (que en vez de creer en Dios creen en la diosa Igualdad) visitando al pintoresco y hacendoso diputado de Teruel Existe: “Tomás… Tomasito, te hemos puesto un tramo de autovía y un centro de salud, y nos debes dos favores…”. Imaginen cualquier tropelía perpetrada por quienes no se consideran sujetos a la ley, entre otras razones porque ya han renegado de la ley, la Constitución y cualquier normativa democrática que no convenga a sus idearios e intereses; e imaginen, por último, que poderosas organizaciones de narcotráfico y blanqueo de capitales, auténticos dueños del país, medran a sus anchas en todos los rincones de España, respaldando con su dinero y su poder intimidatorio a los nuevos gobernantes bajo el nuevo concepto de Estado: una oficina de favores/débitos para los afectos y de represión para los díscolos. Esa es la España que se fragua en el pacto PSOE-Podemos con anuencia de los cortijeros del País Vasco y Cataluña. A esa España estamos abocados, si alguien no lo remedia.
¿Solidaridad? ¿Feminismo? ¿Ley? ¿Empleo? ¿Progreso? ¿Educación? ¿Libertad? Vayan olvidándose de pendejadas. La nueva España, refundada sobre las raíces consistentes del dinero criminal de los cárteles, tiene como único objetivo mantener el escandaloso dispendio público, a toda costa: los derroches orgiásticos de las superestructuras autonómicas, los miles de chiringuitos político-social-culturales gracias a los que subsisten centenares de miles de adeptos incondicionales, acérrimos de la nueva fe estatalista; hay que mantener políticas lingüísticas, educación doctrinaria, policías territoriales de cometido pretoriano y salarios de privilegio, tinglados seudodiplomáticos que divulguen cualquier causa en escenarios internacionales,
El Estado no va a tener otra salida que echarse a la calle y la mala vida. La droga y sus trapicheos, a veces y aunque el remedio sea peor que la enfermedad, dan beneficios
y un Senado con traducción simultánea, y una casta euroturística que ha hecho de Bruselas su santo chollo, y viajes y ferias, y fiestas y músicas, y la sanidad universal y las pensiones actualizadas conforme al IPC, y los centros de refugiados y las benéficas ONG’s que trafican con los desamparados, y el salario mínimo homologable con Europa, y…
Hay tanto que mantener, y tan escasos son los medios, que el papá y la mamá Estado no van a tener otra salida que echarse a la calle y la mala vida. La droga y sus trapicheos, a veces y aunque el remedio sea peor que la enfermedad, dan beneficios. Al tiempo.
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