Autor:

Aquilino Duque

Más sobre Romero Murube y la amistad

por Aquilino Duque

AQUILINO DUQUE   A Joaquín Romero le gustaba la España en que vivía como le gustaba la Sevilla en que vivía, lo cual no quitaba que le parecieran mal muchas cosas que veía en aquella Sevilla y en aquella España. Recuerdo que en uno de mis viajes a la ciudad, por la época más o menos de Los cielos que perdimos, me decía: “¿Qué te parece Sevilla? Es como esas mujeres guapas por las que pasa el tiempo y hoy es una muela de menos y mañana una arruga de más, pero nunca deja de ser lo que es por muchas atrocidades que le hagan.”

Romero Murube, I

por Aquilino Duque

AQUILINO DUQUE   Un poeta es su vida y es su obra y, como decía Rilke, cada cual tiene su propia muerte. Joaquín Romero Murube murió en el ocaso de su vida administrativa sin abdicar de las lealtades que lo mantuvieron en ella y, como no se engañaba, en más de una ocasión me anunció su propósito de retirarse de la escena tan pronto como, por ley de vida, cambiara el sistema y tuviéramos aquí –eran sus palabras- “un Adenauer de vía estrecha”.

Raíz y decoro del toreo

por Aquilino Duque

AQUILINO DUQUE   Entre los personajes más pintorescos de esta bendita España nuestra estaba el dirigente batasuno Idígoras, que sería hasta simpático si no fuera por el río de sangre que corre entre su cuadrilla y el resto de los españoles. En una polémica con un rival político, que lo acusó bajamente de haber sido torero en su juventud, tuvo la gallardía ibérica de contestar –creo que lo refiere el poeta Juaristi- que "tenía a honra haber paseado con dignidad por los cosos el noble arte de Cúchares”.