Como saben ustedes, en plena campaña electoral catalana se ha filtrado un nuevo escándalo al hilo de la corrupción política. Resulta que se ha conocido una investigación policial que apunta a la entrega de unas comisiones en cuentas que poseen los señores Pujol y Mas en Suiza. Los implicados se han apresurado a desmentirlo y han asegurado que presentarán sendas demandas y querellas contra quienes han publicado la información o han filtrado tal investigación policial. Según los presuntos implicados estas calumnias son un “ataque” cuyo objetivo es desgastar a CiU y boicotear el proyecto independentista por el que han apostado con febril vehemencia.
De otra parte, es cierto que quienes desean la más mínima oportunidad para desarticular dicho proyecto independentista han visto una brecha en las líneas enemigas que podría llevar al traste sus aspiraciones.
Todavía es pronto para saber si existe culpabilidad o no y debemos respetar la presunción de inocencia hasta que se posean pruebas fehacientes del delito. Si este extremo se confirma quedará por ver qué responsabilidades políticas y penales conlleva.
Lo llamativo, por desgracia, no es la posible corrupción, hecho por el que los ciudadanos tenemos motivos más que suficientes para pensar mal y acertar, sino la confirmación de que los señores Mas y Pujol posean cuentas en Suiza. Todos sabemos qué es Suiza y a todo el mundo le huele a podrido cuando se habla de cuentas en Suiza. Pero aún admitiendo el argumento que defiende que en un sistema de libertades, los individuos, sean quienes sean, tengan derecho a hacer lo que les plazca mientras sea legal, podemos emitir un juicio desde la ética y la ejemplaridad.
Unos señores que representan a los ciudadanos, que gestionan el dinero común y cobran una buena parte por hacerlo, recuerden que el sueldo de Mas duplica al del presidente del Gobierno de España, y que determinan los impuestos que debemos pagar los ciudadanos deben como poco demostrar una impecabilidad y ejemplaridad a prueba de bomba. En tiempos de crisis, que un ciudadano adinerado, los pobres y la clase media es obvio que no pueden, tenga cuentas en Suiza no está bien pero se puede llegar a justificar cuando el nivel de impuestos excede lo razonable, pero que eso lo haga un político es totalmente reprobable, es inmoral y es de un cinismo enfermizo.
A lo que voy es que mientras como pueblo consintamos estos despropósitos —y en unos días veremos cómo se consiente por enésima vez— no tenemos solución. El problema no es de ellos, el problema es nuestro, porque somos —en conjunto— unos inmaduros, unos cómplices permisivos y unos irresponsables que no alcanzamos a ver más allá de nuestras cortas narices y no comprendemos el terrible daño que nos hacemos al no cortar de raíz cada acto no ejemplar de un señor que se dedique a la vida pública por insignificante que este nos pueda parecer.
No importa la moto que nos quieran vender, importa la honestidad que emana de una convicción interior real y que se traduce en el exterior en una ejemplaridad y una trasparencia dignas de un cargo público cuya mayor vocación es el bien común. Sin eso cualquier otra moto, léase ideal, sistema de gestión, etc., será sólo una postura y una mentira porque quien lo defiende es en sí mismo un fraude.
Una vez más, me temo que el conjunto de ciudadanos, o por lo menos una parte muy grande, volverá a demostrar su inmadurez. Después se seguirá quejando como un niño tonto y consentido.