La noticia es antigua, de 2015, aunque periódicamente aparece compartida en las redes sociales por ingenuos incondicionales del espectáculo, sin duda bienintencionados usuarios cuyo sentido de la realidad (no digamos ya el “sentido crítico de la realidad”) anda algo estragado por el continuo bombardeo ideológico-sensacionalista al que los medios del progresismo yeyé someten a sus adeptos. Hoy mismo, hace un par de horas, un entrañable amigo de la juventud publicaba en su perfil de Facebook la misma “noticia”, la cual lleva dadas más vueltas en Internet que los artículos apócrifos de Forges, las citas falsas de Benedetti y las sentencias patrióticas de Pérez-Reverte redactadas por algún oficinista aburrido en horas de bostezo. Al grano:
“Cuba suministra la primera vacuna contra el cáncer de pulmón de forma gratuita”, publicó Público, referente fundamental de los digitales posizquierdistas, con titulares generosos, el 17/07/2015.
¡Caramba! ¡He aquí la evidencia de que la dictadura del burocratado defiende y vela por los intereses del pueblo y, desde luego, sin reparar en gastos y sin tener en cuenta en absoluto la egoísta, insolidaria y criminal codicia de la industria farmacéutica, los indeseables canallas que sólo aspiran a hacer negocios y enriquecerse a costa de la salud de los demás, etcétera, etcétera, etcétera…
Claro que una vez leída y someramente analizada la noticia, resulta que no todo es tan maravilloso, tan simple, tan evidente. Al revés, se trata de una trola siniestra:
—La supuesta “vacuna” no es una vacuna, sino un remedio paliativo para las personas que ya padecen cáncer de pulmón. Un medicamento que no cura lo incurable, que no evita la aparición de la enfermedad, cual sería cabalmente la finalidad de una vacuna; y en todo caso, según los inventores del ingenio, “los resultados dan una sobrevida a los pacientes, no se elimina el tumor, pero se detiene el crecimiento, permitiendo que los pacientes puedan vivir más y, sobre todo, con una buena calidad de vida porque su toxicidad es mínima". O sea, un específico más para los afectados por esta terrible dolencia.
Esta aberración no habría sido posible si durante muchas décadas no se hubiera alimentado la autosatisfacción de masas amorfas que “creen” y “sienten”, pero piensan lo justo.
—La autoridad sanitaria cubana ha llegado a algunos acuerdos con empresas europeas y estadounidenses para el desarrollo de este preparado farmacológico, aunque en Europa se requieren “estudios que llevan tiempo, entre 3 o 4 años, y resultan extremadamente costosos”. En lo que toca a Estados Unidos, según las mismas personas autorizadas, “está muy lejos el momento en que esta vacuna se pueda comercializar en EE. UU.”. Arlhee Díaz, farmacéutico y comercializador del centro de investigación donde se desarrolla el preparado, especifica que "hasta el momento lo único que hemos hecho es firmar una cuerdo de confidencialidad con un centro de investigación de ese país para empezar a intercambiar información. A partir de este punto, en un futuro podríamos empezar ensayos de fase 1, ensayo de eficacia, etc. Es solo investigación clínica sin llegar a la fase comercial”.
—CONCLUSIÓN. En Cuba se dispensa gratuitamente un remedio paliativo para enfermos de cáncer sin haber pasado los correspondientes análisis, pruebas y ensayos clínicos en sus distintas fases, incidencia de efectos secundarios, estadísticas de eficacia… A estilo compadre.
—REALIDAD. La población cubana es un inmenso banco de cobayas humanas para los medicamentos desarrollados por los centros de investigación de aquel país. De probatura en probatura, a lo mejor alguna vez aciertan. Y en cualquier caso… Total, de algo hay que morir.
Entre el aparatoso titular de Público y la evidencia de los hechos crudos y desnudos hay un trecho grande y, sobre todo, se interpone la verdad. Pero esos detalles interesan muy poco a los propagandistas de la verdad-según-y-como-y-para-lo-que-sirva. Muy conocido es el aserto del vividor engañabobos William Randolph Hearst, millonario que en sus ratos libres gustaba de hacerse pasar por empresario periodístico: “No dejes que la verdad te estropee un buen titular”. El consejo canalla del bribón Hearst tiene hoy más vigencia que nunca porque las masas, por lo general, tienen ya decidida su opinión sobre casi todos los asuntos que consideran importantes para sus vidas, y en consecuencia se han convertido en grandes lectores de titulares. Lo que venga detrás, la letra pequeña, no importa a casi nadie y lo cierto es que casi nadie lee una noticia completa. Con el titular van sobrados.
El pensamiento y la confrontación de criterios, el combate de las ideas, es hoy el combate de las mentiras, de la manipulación informativa, de las célebres fake-news. Sin duda, esta aberración no habría sido posible si durante muchas décadas no se hubiera alimentado la autosatisfacción de masas amorfas que “creen” y “sienten”, pero piensan lo justo —lamento la frase tan antipática, pero no se me ocurre otra más benevolente respecto a mis contemporáneos—. La controversia entre concepciones distintas del mundo y de la vida ha trasladado, desde hace demasiado tiempo, su núcleo de partida y centro argumental: de la razón y la crítica a las “convicciones” y las “sensibilidades”. Nadie cree ya en la objetividad, la certeza empírica constatable, la pura realidad… Hoy, en Occidente, la obligación es creer lo que nos gusta o nos conviene, y protestar por la opiniones ajenas porque maltratan nuestra “sensibilidad” y nos sentimos “agredidos” por las ideas que contravienen a las preexistentes adquiridas.
Cierto, desde hace casi un siglo nuestras sociedades han sido un inmenso banco de cobayas donde los medios propagandistas del sistema y el orden cultural sacro-progre han experimentado los efectos de las buenas mentiras contadas con piadoso fin. Y los resultados, por el momento, les sonríen. Los efectos son trágicos, desoladores, pero, a fin de cuentas: ¿qué sería de nosotros si cada día no nos tragásemos los carbones encendidos de posverdad y el amargo, caritativo remedio de siete u ocho vacunas contra el cáncer del pensamiento libre?
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