Hasta en León… Y pronto en el barrio donde usted vive

"Hacer patria"

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Una de las ventajas de ser español es que si no le gusta a uno tal condición gentilicia, puede cambiarla cuando quiera. Se pone de acuerdo con diez o doce que piensen como él, se construye su propia patria y santas pascuas. No van a faltarle ayudas oficiales, subvenciones, apoyo político y lo que sea menester. Y cuidado con criticar estos nobles afanes de nación novedosa sobre la invertebrada Iberia, aunque sea con argumentos rigurosamente basados en nuestro ordenamiento constitucional, el sentido de la Historia y el otro infrecuente sentido, que es, o debería ser, el común. De facha intolerante no bajarán los calificativos. Hacer patria pequeña es progresista, cuanto más pequeña mejor. Pensar en una nación grande… huy, huy. ¿Grande? ¿Libre? ¿Y qué más? Lo dicho: fascistas perdidos.
Aunque siempre pudiera surgir la pega, como diría Cherteston, de que “se deja de creer en Dios y se empieza a creer en cualquier cosa”. Para evidencia, ahí está el ejemplo del nacionalismo aranesista, muy de moda en Internet merced a una desafortunada réplica de Pilar Rahola, zanjando las pretensiones de un animoso grupo de patriotas pirenaicos, negándoles legitimidad y, uno por uno, los mismos derechos que tan vivamente reclama la jacarandosa dama para su nación catalana.

Pulsar aquí: www.youtube.com/watch

(en catalán subtitulado en español)
¿Y qué me dicen del nacionalismo leonesista? O mejor dicho, los nacionalismos leonesistas, porque, que servidor sepa, hay cuatro nada menos, un poco constreñidos en tan parco marco geográfico pero eso sí: muy de hacerse notar. Están los de “León solo” y “Villalar, a cagar” -los más sensatos desde mi punto de vista -; los asturianistas, los galleguistas y los -llamémosles así -, leonesistas puros. Estos últimos caballeros, con representación institucional en muchos ayuntamientos, van hilvanando poco a poco, ayudados de su bagaje cultural, su buena voluntad y su inquebrantable amor al terruño, un ideario nacional que alguna vez, en su planteamiento estratégico, nutrirá el alma colectiva del pueblo liberado, felices habitantes de la nueva y radiante patria leonesa. De momento, con el consistorio de la capital como promotor, han lanzado al mundo su célebre Llionpedia, joya del conocimiento universal que define a la lengua leonesa en los siguientes términos: “La Llingua Llïonesa ou “Llïonés” ye una llingua desenvuelta del Llatín Vulgar cun contribuciones d’outras llinguas prerromanas faladas nas provincias hespañolas de Llión, Zamora y Salamanca y nel Distritu de Bregancia en Pertual”.
Efectivamente, cualquier lingüista objetivo, no contaminado por el imperialismo castellano, conoce de sobra las lenguas prerromanas que se hablaban en la Zamora de aquellos tiempos, concretamente en la comarca de Villalpando que ya apuntaba maneras, y cómo éstas han influido en el actual, pujante y boyante idioma “llionés”. Es el procedimiento habitual: una historia común -zamorana a más inri -, una lengua, una cultura, un territorio y un pueblo. El Generalísimo no inventó nada nuevo. Su error fue írsele la mano en las magnitudes. Demasiada España para tantos preromanos.
© La Opinión de Granada

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