Cómo la odian. Les jodió el invento y no se lo perdonan. Desde tiempos de la yaya Carmena no había estado la izquierda tan cerca de parasitar Madrid, blindándose en las instituciones según el método Errejón, generando una red clientelar de asociaciones, cargos, carguillos, empleos, subvenciones, momios y prebendas hasta el infinito, de modo que la gente, al votar, no votaría por ninguna idea ni por ningún programa concreto sino por sus propios intereses vinculados a unas siglas; por el pan nuestro que era el pan de ellos, la dádiva solidaria. Si el invento había funcionado en Andalucía durante casi cuarenta años, ¿por qué no en Madrid? La coyuntura era propicia, los tiempos podemitas rampaban y los neoprogres de Mas Madrid cerraban pacto histórico con el PSOE de toda la vida. De aquí a la eternidad.
Pero llegó Ayuso y les jodió el invento. No era poca cosa la que estaba en juego: convertir a Madrid en Caracas o seguir haciéndola una capital europea moderna, próspera y libre. Ella lo está logrando, a veces con ayuda de su partido y en otras ocasiones a pesar de su partido. Da igual: de mayorías relativas, peladas, a la mayoría absoluta, va un camino que la izquierda rabiosa ha llenado de insidia, rencor e infamias. Sigue dando igual porque Madrid ha demostrado muchas veces que no está para retóricas cutres. Ni la grisura burocrática del PSOE de Ferraz ni la desfachatez populista de iglesias y errejones, irenes y mónicas, va con el espíritu capitalino. Aquí, al que no madruga Dios no le ayuda. El espíritu de Mercamadrid manda.
Naturalmente, la odian. Mucho. Muchísimo. La odian con el odio maniático y tenaz que distingue a los mediocres. Se llama síndrome de Procusto, muy bien definido por Jonathan Swift: “Cuando aparece alguien brillante, genial, se le distingue porque todos los necios se confabulan en su contra”. Cabal. No hay respuesta a la ceguera rabiosa de los orcos de manos vacías, sólo una recomendación: paciencia y a joderse, que el que espera desespera.