La sede de la calle Bambú a la que alude el artículo... y desde la que se lanzó también (así es la vida) la gran manifestación patriótica que glosamos en otro artículo

El caso Hughes

"En las próximas elecciones, amigo lector, piense bien si merece la pena hacer la cola. ¿No nos basta con una Meloni?"

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Nadie sabe nada: el brillante Hughes se ha convertido en el Jimmy Hoffa[1] de la derechona española; el escritor fue defenestrado de ABC y dicen que ha vuelto a serlo de La Gaceta. ¿Dónde está Hughes?, se pregunta la gente en mentideros y reboticas. Como pasó con Datán y Abirán[2], se lo ha tragado la tierra. Al revés que en el caso Nin[3], nadie puede contestar hoy que se esconda en Salamanca o en Berlín, sino más bien en Teherán o en Moscú, o puede que en Gaza, según ladran los malsines de la marranalla liberal. Hay quien afirma que languidece en una cárcel secreta del Mosad, en su sede de la madrileña calle Bambú.

¿Cuál fue su crimen? ¿Por qué ha quedado el excelente escritor tan maltrecho como los representantes del káiser Habsburgo en el castillo de Praga? ¿Por qué se nos ha privado de disfrutar de su ingenio? ¿Por qué esa querencia de la derecha por el engrudo literario, el politiqueo de gallináceos vuelos y la vulgaridad del chiste verde? ¿Qué se puede esperar de una gente que, como dijo Cánovas (su padre fundador), las únicas letras que lee son las de cambio? No se merecían a Hughes.

¿Cuál fue su culpa, su delito, su abominación de la desolación? Un pecado contra el Espíritu Santo. En realidad, un pecadillo, una futesa, un desliz, un lapsus calami carente de dolo, tan venial como la furtiva, pícara y femenina mirada de la mujer de Lot a la flamígera Sodoma. Pero corren tiempos de guerra: Occidente ya ha perdido una en Ucrania y lleva camino de otro descalabro en Tierra Santa. Bromas, las justas. Hughes tuvo la ingenuidad de reprochar a los paladines ibéricos, tanto de Judá como de Edom, su combatividad por unos intereses que no son los de España, su ardor guerrero en Gaza y su pacata actitud aquí, en este desollado rabo de Europa, que es lo que debemos defender.

Occidente ya ha perdido una guerra en Ucrania y va hacia otro descalabro en Tierra Santa

En todo lo demás, Hughes fue de una ortodoxia impecable e implacable: defendió la degollina de palestinos y se unió al coro de voces de la derechona que piden acabar a sangre y fuego con todos los filisteos, aunque entre ellos se encuentren los fieles de la cristiandad más antigua del mundo. Si Hughes se hubiese limitado a anatematizar a las izquierdas, todo habría sido neoconservativamente correcto, pero no se privó de expresar su reproche también hacia esos cowboys de la Iberoesfera que sirven mejor que el peor de los podemitas a los intereses de las potencias anglosajonas, nuestras verdaderas enemigas históricas, los bastiones del globalismo y de la aculturación de Europa. Hughes emitió una nota discordante en el discurso único que empieza a escucharse desde Madrid a Buenos Aires y que suena a los viejos compases de la Operación Gladio… Y no se admite la menor salida de tono. Pronto nos convencerán los iberoesféricos de que la Union Jack y la Cruz de San Andrés fueron amigas fraternales y de que Argentina le debe un homenaje a Margaret Thatcher.

En las próximas elecciones, amigo lector, piense bien si merece la pena hacer la cola. Como ganen los zelotes del partido verde, habrá gobierno Feijoo y tendrá usted más de lo mismo, pero en taza y media. ¿No nos basta con una Meloni?

[1] Esperemos sin embargo que lo de Hughes nada tenga que ver con el caso de este célebre sindicalista estadounidense desaparecido hace 45 años (N. de la Red.).

[2] Datán y Abirán, hijos de Eliab, se sublevaron, junto con otros doscientos cincuenta israelitas, contra Moisés y Aarón. (N. de la Red.)

[3] Andrés Nin, célebre dirigente anarquista catalán (ulteriormente afiliado al POUM, partido etiquetado de "trotskista"). Durante la Guerra Civil fue secuestrado por la NKVD soviética en el marco de los enfrentamientos entre las facciones del bando rojo; llevado a Alcalá de Henares, fue torturado y despellejado vivo. Ante la pregunta de sus correligionarios “¿Dónde está Nin?”, aquéllos respondían con sorna “¡En Salamanca o en Berlín!” (N. de la Red.).

 

 «Según ladran los malsines de la marranalla liberal», dice Sertorio.

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