Una de dos. O también Cicerón era catalán (como Colón, Leonardo da Vinci, Santa Teresa, Hernán Cortés, Cervantes... y demás delirios del separatismo catalán), de modo que, siéndolo, conocía suficientemente el paño como para efectuar tan acertadas predicciones. Y si tal posibilidad no les convence, recurran a esta otra. Debió de ser su sapiencia, como miembro del Colegio de los Augures, lo que le permitió augurar con tan milimétrica fidelidad la situación de España en este siglo XXI de nuestras desventuras: desde las consecuencias de la amnistía hasta el retorno del prófugo de Waterloo.

Vean, si no, lo que dice en este fragmento de su Discurso contra Verres.

«Perditæ civitates, desperatis iam omnibus rebus, hos solent exitus exitiales habere: ut damnati in integrum restituantur, vincti solvantur, exsules reducantur, res iudicatae rescindantur. Quæ cum accidunt, nemo est quin intellegat ruere illam rempublicam; hæc ubi eveniant, nemo est qui ullam spem salutis reliquam esse arbitrentur» (In Verrem II, liber V, 6,12).

«Los pueblos que no tienen solución y que viven ya a la desesperada, suelen tener estos epílogos letales: los condenados son rehabilitados en todos sus derechos, los presos son liberados, se permite regresar a los exiliados y se invalidan las sentencias judiciales. Cuando esto sucede, no hay nadie que no comprenda que ese es el colapso de tal Estado y donde eso acontece nadie tiene ya esperanza alguna de salvación»
(Discurso contra Verres II, libro V, 6,12).

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