Inquieta como triste, al borde del escándalo y presa de parraque está doña Sonsoles Ónega por culpa de los treinta y siete militares y guardias civiles destinados en Ceuta que se han cambiado de sexo. ¡Fraude!, clama con ardor desde su púlpito semisagrado. ¡Todo mentira y fraude de ley!, porfía. ¡Criatura!... Carga la prueba y la culpa contra quienes se benefician de una ley delirante en vez de ejercer su supuesta profesión —periodista— para averiguar de dónde viene el disparate y quién es responsable del sindiós.
Según la genia, esta ley no es mala sino que malos son quienes se acogen a la misma con intención egoísta y aviesa. ¡Criatura!, de nuevo… Si una ley es un coladero, la ley es pésima; en este caso: un adefesio jurídico perpetrado y mal parido por el equipo de igualdad más tóxico y demente que ha conocido la historia española, la democrática y la de antes. Las mujeres de la Sección Femenina tenían más luces y eran menos desagradables.
Sonsoles, sin embargo, no cree a las 37 neotrans. No se traga que se sientan mujeres lesbianas, con sus barbas y musculatura de bombero, sus atributos sexuales masculinos, sus parejas hetero… ¡Criatura!, por tercera vez te niego: más fácil es creer que un guardia civil con bigotes sea mujer que lo que tú has escrito sea una novela, y que esa sedicente novela haya merecido un premio de un millón de euros; y sin embargo ahí están la novela y el premio, por todo lo alto. Ya te digo, sonsolina: en la vida todo es cuestión de fe. De humana fe. Venga, adelante con los faroles y con el Planeta, incrédula.