Saliendo de la Piazza del Campidoglio, camino hacia el Foro, pero antes de pasar por la augusta y fascista Via dei Fori Imperiali, aparece de pronto, cerca de lo que fuera el templo del Júpiter Capitolino, un rincón desde el que se produce el milagro. Todo el esplendor, toda la grandeza del Foro Romano se despliega ahí ante la vista. Ahí, coagulado el Tiempo en piedra y belleza. Ahí, vencida la Muerte. Ahí, fraguada la Historia en columnas y piedras que supieron, grandiosas y altivas, hacer frente a sus aparentes vencedores.
Desde tal lugar —desde este espacio emblemático de la Urbe— es desde donde, a través de las páginas de EL MANIFIESTO, les propongo, amigos, festejar jubilosamente este 2.777.º aniversario del día en que Rómulo, marcando en la tierra la linde delimitadora de la Ciudad, fundó a Roma. Nos fundó a todos.