Ante el avance constante de los identitarios de AfD

En Alemania, el Gran Capital cumple las funciones del Gran Capital

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Como si estuviéramos viviendo entre las páginas de un libro de los que escribiera aquel anciano de fornidas barbas blancas, padre de todo lo que sabemos, acaba de saltar la noticia que parece confirmar ciertos elementos de su doctrina. La noticia la da Agustín Benito en La Gaceta, bajo el siguiente titular: “Deutsche Bank, Siemens, BMW, Bayer…: las grandes empresas alemanas se unen para orientar el voto y atacar a AfD ante su subida en los sondeos”.

Se ve que no les bastan los constantes incordios y persecuciones que sufren los militantes de AfD (Allianz für Deutschland), “democrática” persecución que esta semana se ha visto apoyada por la sentencia de un Tribunal que ha confirmado la decisión de los servicios de Inteligencia de darle a AfD la consideración de partido extremista que requiere ser “supervisado”, esto es, “espiado” a destajo. Pero como tan drásticas medidas les parecen insuficientes, he ahí que la flor y nata de las 30 principales (y gigantescas) empresas alemanas —las representantes del “Große Kapital”, que diría el viejecito de las barbas— han salido a la palestra con objeto de orientar el voto en las elecciones europeas y alertar del «peligro» de AfD al conjunto de la población alemana, así como a casi dos millones de empleados. Se trata de los que trabajan para monstruos empresariales como los ya indicados y a los que suman otros como Bayer, Volkswagen, Eon, BMW, Allianz, Mercedes o BASF, sin olvidar el interclasista apoyo brindado por los sindicatos alemanes y la organización de la patronal. Todo ello se plasma en las palabras de Herr Roland Busch, el consejero delegado de Siemens, quien no ha dudado en declarar: “Los extremistas y racistas están dividiendo nuestra sociedad, dividiendo nuestro país y poniendo en peligro nuestra prosperidad”.

Pero ¿esto qué es? ¿Quién les ha dado a esa gente vela en este entierro? ¿Desde cuándo se dedica el Gran Capital a interferir tan descaradamente en los asuntos públicos y a tratar  de marcar el rumbo del país? ¡Desde siempre, pardiez!, exclamaría el mismo viejecito de antes o cualquiera de sus numerosos discípulos. ¿O es que no habéis leído mis libros?, añadiría. Es cierto, el conchaveo del Gran Capital en los grandes asuntos del poder es cosa antigua, una de las características mismas del Capitalismo. Pero se suponía que no lo hacían tan abierta, tan descaradamente, ¡por Dios! Uno sabía perfectamente que esta gente, con sus corruptelas y largos brazos, manipula todo lo que quiere a los políticos , pero nadie los hubiera imaginado teniendo el cuajo de encaramarse a la tribuna púbica, quitándose chaqueta y corbata, blandiendo un megáfono y aleccionando a la población. Empezando por sus propios y directos subordinados.

¡Qué miedo han de tenerle a AfD y al conjunto de la movida identitaria-patriótica! Temblando deben de estar. Y no por sus bienes y privilegios, que no se hallan amenazados, en lo fundamental, por nada. Tiemblan por el mantenimiento del Sistema. Con fino olfato (hay que reconocérselo) se han dado cuenta de que lo que aquí está en juego no son tales o cuales medidas políticas. Lo que está en juego es toda una concepción del mundo y de la vida. Para resumir, la concepción de la afirmación de la comunidad y de su bien como unidad orgánica, frente a la concepción de la sociedad como amazacotada masa de átomos individuales. Con todas las consecuencias que de ello se desprenden. En particular, la de la Gran Sustitución, que en Alemania, al igual que en toda Europa occidental, se halla hasta tal punto en marcha que, como lo explicaba recientemente Carlos Esteban, una mayoría de alemanes ya teme convertirse en una minoría en su propia patria.

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