Bautizo con ese nombre a la inminente reforma de la que en el Código Penal se denomina Ley de la Memoria Histórica. Infame es su texto, pero mucho peor será, si Ciudadanos no se lo piensa dos veces y el PP no deja de mirar hacia otra parte, el que se avecina. Otra vuelta de Tuerka en la vertiginosa ascensión del totalitarismo. Albert, no lo hagas. Dentro de unos meses cualquier persona que se atreva a disentir de la versión de la Guerra Civil y de la pax franquista inventada por el revanchismo de segunda mano de quienes por razón de edad no conocieron ni la una ni la otra podrá ser condenado a más años de cárcel que los reos de delitos de corrupción, rebelión y golpe de Estado. Ya tenemos aquí, aún entre bastidores, las togas de los miembros del Sanedrín del Pensamiento Único y la sombra de la guillotina de lo que en 1984 llamó Orwell el Ministerio de la Verdad. Quienes no estén de acuerdo con los sicarios de tan ominosas instituciones y se atrevan a llevarles la contraria en público serán multados o irán a la cárcel y su obra, si la hay, será destruida. Al aprobar el nuevo texto de esa ley, la España supuestamente democrática y equívocamente constitucionalista se convertirá en cómplice de las checas y escupirá sobre la memoria de quienes las padecieron. Llega la comunión forzosa de los historiadores, investigadores, escritores y periodistas con ruedas de molino. Los que entre ellos se nieguen a participar en tan satánica eucaristía quedarán inhabilitados para ejercer la docencia. Es sólo un ejemplo de lo que se nos viene encima. La historia se convierte en decálogo del Sinaí. Sólo hay un dios y Ángel Viñas, pongo por caso, es su profeta. Nunca hubo pantanos, ni vinieron los turistas, ni Marcelino marcó un gol, ni Hemingway regresó a Pamplona, ni yo tuve una beca. Se borrarán y desaparecerán de los archivos todos los textos y documentos que pongan en tela de juicio la versión oficial de lo que sucedió y no sucedió desde el advenimiento de la Segunda República hasta el comienzo del Régimen hoy imperante. Tengo que darme prisa. Ando ahora metido en la redacción del segundo volumen de mis memorias. Cubro en él el período que va desde que en 1953 llegué a la universidad hasta que 11 años después me fui al exilio. Si ese libro no aparece antes de que la nueva ley entre en vigor acabará en el Índice y yo en la cárcel. ¡Arre, caballito, vamos al pesebre! ¿O serán capaces de aplicármela con efecto retroactivo?
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