Día 5 por la tarde. Escribo frente a la tele. Dentro de unos minutos comenzará la Cabalgata. La de verdad, la de siempre, la que yo veía en mi niñez, la que de un momento a otro verá mi hijo, que hace poco cumplió cinco años. Es la primera de su vida. Confío en que sea para él un momento estelar, como lo fue para mí, aunque yo la veía desde la reja de las Escuelas Aguirre, frente al Retiro. Iba solo, pese a mi edad. Entonces no había tele, ni coches, ni navajeros, ni yonquis, ni top manta, ni bicicletas kamikazes, ni agentes de movilidad sembrando el pánico, ni maratonetas, ni patinadores, ni turistas, ni cámaras de seguridad, ni alcachofas de paparachis mamarrachos, ni tabletas, ni móviles, ni selfis, ni muchedumbres, ni okupas, ni antisistemas, ni podemitas, ni ninguna de las lacras que han transformado la ciudad donde nací en un lugar inhabitable. Esta mañana, nada más despertarnos, Akela y yo fuimos hasta el belén instalado en un rincón de la casa y movimos un poco las figuritas de los Reyes Magos acercándolas al Portal donde dentro de unas horas caerán de hinojos. Nada sabe él de Reinas Magas ni de gigantes y cabezudos del Orgullo Gay. No permitiré que las imágenes de la patochada de Vallecas lo confundan. Ladren y espumajeen los soplones y sayones de las redes como lo han hecho con mi amigo Luis del Val. Ni siquiera me enteraré, pues nunca entro en ellas. No hablo así por homofobia. Nada tengo contra la homosexualidad ni contra la transexualidad. ¡Pero si yo mismo, en ocasiones, las he practicado! No es un secreto. Pero estoy a favor de los mitos, de los ritos, de las leyendas, de las fábulas, de los cuentos infantiles... Por algo soy el Lobo Feroz. También estoy a favor de la jerarquía, que es la liturgia de la excelencia, y en contra de la igualdad. Los reyes son reyes, no pajes, y las reinas, reinas, no modistillas. Si en el esperpento vallecano desfilasen John Wayne, Rafa Nadal y Vargas Llosa, pongo por caso, diría lo mismo que estoy diciendo. Mi hijo recibirá mañana parte de los regalos que ha pedido. Quería espadas, pistolas, flechas, juguetes viriles... Los tendrá. Mi nieta, de cuatro octubres, recibirá muñecas, vestiditos, cocinitas... Lo que ha pedido. El sacrilegio de Vallecas es una fechoría perpetrada por ogros con faja de concejales. Deberían ser procesados por malos tratos a la infancia. A tal extremo de crueldad conducen la progredumbre, el multiculturalismo y la corrección política.
© El Mundo