Voy a meterme en camisa de once varas. Más bien de veintidós si tenemos en cuenta la excepcional estatura de la persona que me dispongo a defender y que desde hace un par de semanas o cosa así viene siendo víctima de una delirante campaña de acoso mediático e institucional. La Junta de Andalucía, la LGTB, los sargentos del neopuritanismo, las brujas de la corrección política, los donmelindres y doñamelindras que se la cogen con papel de lija, los talibanes del ejército de salvación moral... ¡Mare de Deu, la que se ha armado por unos cuantos centímetros de minifalda! ¡Si hasta quieren que el simpático y desenvuelto descendiente de los vecinos de Brobdingnag se someta a un curso de reeducación y lavado de cerebro como si aún estuviéramos en los años de Stalin!
De todas las insensateces que en los últimos días han sido recogidas por Radio Corrala y otros medios de información, y bien sabe Dios que las hay a puñados, ninguna tan delirante como ésta que traigo a colación. Cuando se pierde el sentido del humor ya no queda nada por perder. Así andamos, así va España, así va el mundo.
El episodio de la minifalda estaba, al parecer, pactado. ¿Y qué si no hubiese sido así? ¿Tan grave es gastar una broma a una compañera de trabajo?
Todas las chicas que conozco, amigo Juan, sonríen con tu gesto. Yo también. Y a las que no sonrían prefiero no conocerlas. Siempre me ha gustado, a diferencia de lo que cantaba Manolo Escobar, que mis novias vayan a los toros provistas de minifalda. Y cuanto más corta, mejor.
Te envío un abrazo de recia solidaridad viril.
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