Si tuviéramos que elegir el principal culpable del deterioro de Europa, y especialmente de España, uno de los candidatos a llevarse el premio sería la Escuela “hippiosa “.
Todo empezó, recuerdo, en los años 80 cuando yo era un estudiante de secundaria de un instituto público de Barcelona… Y rememoro aquellos maravillosos años con una mezcla de nostalgia y felicidad donde la libertad de pensamiento se mezclaba con la responsabilidad y el esfuerzo, la creatividad y la individualidad con el sentimiento de grupo… La vida estaba llena de energía y el mundo empezaba a ser un lugar para explorar. Para mí la autoridad y la jerarquía eran aspectos troncales de mi formación, límites que me permitían trabajar duro y una vez cumplidas las tareas sentirme liberado para “vivir”.
Pero llegaron los progres, y empezaron a soltar sus babas y a colonizar, como carcoma, todo lo que tocaban. Y yo que, he de reconocer, nunca he tolerado aquellos que tienen la autoridad y no la saben ejercer de manera eficaz y firme, empecé a sufrirlos, y ellos a mí por supuesto. He de decir que, con el tiempo, hasta a la flojita profesora de filosofía, que empezó a “coleguear” con los alumnos para desgracia mutua, o al soporífero profesor de latín (la única vez que me he dormido en una clase fue con él) que pretendía abrirnos la mente a las bondades de la independencia de Cataluña (¡pobre, cuanta frustración!) los recuerdo con cariño.
La progresía empezó a cambiar la escuela y allí donde había autoridad, esfuerzo, competencia , responsabilidad y respeto, lo sustituyeron por amiguismo, hiper-emocionalización, laxitud, dejadez, desorden, caos… en definitiva la tontería pedagógica en la que se ha convertido actualmente. Eso sí, el erario público empezó a ser mermado gracias a las nuevas políticas de educación… ¿Qué en la clase hay un cojo?, pues se pone a un profesor auxiliar que le enseñe que la cojera no debe influir en su desarrollo evolutivo, ¿Qué hay un árabe? pues se le pone otro profesor auxiliar para que no pierda sus raíces, ¿Qué hay un discapacitado intelectual? del noventa por cien, pues se le ponen dos auxiliares… La verdad es que esto daría para mucha broma pero prefiero no permitírmelo.
Pero lo peor no es esto, lo peor es el lavado de cerebro a la que han sido sometidos los críos. Y no me refiero a todo lo que tiene que tolerar que, en el fondo, no me parece mal, porque el mundo es complejo y la moral católica, antiguamente imperante, es una más entre las diferentes y abundantes codificaciones morales. El problema es la debilidad inoculada, la neurosis inducida por toda esa plaga de ñoños que han convertido a los futuros ciudadanos en robots paralizados.
Una sociedad no puede subsistir a base de tontitos inseguros y acomplejados que antes de hablar tienen que tener claro que no molestarán a nadie, que no ofenderán, que los demás les darán toda su aprobación, que no habrá ningún sector de la población al que falten al respeto, y que, aunque tengan la eficacia de una ameba, nadie les reprochará nada.
España, Europa, Occidente necesitan seguir siendo el imperio dominante (al menos hasta que vuelva a constituirse la Gran Europa, de Portugal a Rusia), porque a pesar de lo que digan algunos lelos de la política, el multilateralismo dura muy poquito históricamente, y a la caída de un imperio le sucede otro. Pero claro ellos no lo entienden… “todos juntos de las manos, alcemos nuestras voces y cantemos en armonía y paz…”. Además ahora que nos salen traidores de debajo de las plantas: Snowden, Assange,… (¡con lo bien que se vivía en la Unión Soviética! ¿eh majetes?). Y ¿cómo vamos a seguir siendo el imperio dominante? (cierto que hay que reformarlo de arriba abajo pero eso es otra cuestión) ¿Con todos estos pusilánimes que están creciendo? Si a lo único que aspiran es a comprarse una buena crema facial.
Bueno, la escuela progre, y sobre todo la autóctona que se lleva la palma (en Francia por ejemplo nunca se ha confundido progresismo con ausencia de rigor educativo) está destruyendo Europa, la está diluyendo en su identidad, convirtiendo las familias en grupos de adolescentes y haciendo que los jóvenes no sean más que primates hipertrofiados incapaces de una verdadera acción resolutiva y en busca de distracción permanente.
Sinceramente, a todos estos que han perpetrado tamaña fechoría habría que sentarlos en el banquillo. Por suerte, y por desgracia, los insultos y la falta de respeto de sus alumnos hacia ellos se convierte en una suerte de justicia intrínseca ante tanto desmán perpetrado.
Ellos, los educadores progres, han destruido la base social, y esta les merma a ellos.
Solo nos quedan los maestros y profesores que conserven un fuerte sentido del orden, la autoridad y el respeto, al tiempo que educan en libertad de pensamiento. Ellos podrán darle la vuelta a todo… Pero aún queda mucha plaga trasnochada, mucha baba por secar.