En definitiva de lo que se trata es de aplicar un discurso que, a pesar de lo que incomoda a los "etnomasoquistas" europeos, es el único viable, y que el último en pronunciarlo fue el nuevo primer ministro australiano: "Quien venga a nuestro país, legalmente, ha de adaptarse a nuestros valores y costumbres y el que no quiera hacerlo que regrese al suyo".
No importa que la mayor parte de los servicios secretos y policiales europeos gasten un gran porcentaje de sus recursos, tanto en dispositivos humanos como materiales y temporales, en la detección de yihadistas “europeos” (viven en el territorio) que están, día sí y día también, preparando todo tipo de atentados en el viejo continente. Eso no importa porque para el mundo de la baba, perdón, de la progresía, la pedagogía consigue que todo esto se solucione mediante lecciones tempranas de tolerancia, multiculturalidad y solidaridad.
Tampoco importa que las políticas socialdemócratas se hayan constituido en reclamo de una inmigración ilegal descontrolada, igual que las neoliberales (perversas aliadas de los anteriores) en destrucción masiva de las clases medias y trabajadoras, todo eso tampoco importa.
Lo que importa es que Marine Le Pen es… ¿de extrema derecha?, ¡un peligro para el continente!
¿Un peligro para quién, darling? Es demócrata, acepta el libre mercado interior, considera que el aborto debe ser regulado, defiende la identidad cultural francesa sin excluir, por raza, a nadie que desee integrarse y está a favor de la unión civil (no matrimonio) entre personas del mismo sexo. No creo que Churchill o De Gaulle, de gobernar en la actualidad, tuvieran políticas muy diferentes a las de esta buena señora. Ah… pero para los wets de la política, Marine es lo peor que le puede pasar al “mundo mundial”.
¿Por qué ese temor? ¿Tanto miedo hay a una Francia ordenada, institucional, con fuerte identidad y con una estricta política de seguridad e inmigración? No estamos hablando de ningún –ismo peligroso, estamos hablando de una política firme en aquellos terrenos donde la socialdemocracia y el neoliberalismo han creado un pantano ponzoñoso a través de buenas palabras, laxitud y decadencia.
La Europa de postal, ese parque temático para turistas, sostenido en parte por el dinero de China y determinados países árabes, está siendo vendida, la globalización ha sido impuesta y sus habitantes tienen que aceptar el deterioro de su territorio sin más reacción que la resignación.
Pero algunos empiezan a salirse del redil, y eso a pesar de las voces de la izquierda que alertan del peligro de no seguir votando la decadencia, de no seguir hundiéndose en el relativismo pueril, en el mercadeo atomizado, en la tontería permanente que tanto gusta a los “bobos” (“bohémien bourgeois”). La “baba” advierte del peligro, señalando a los partidarios de una democracia fuerte, autoritaria y social, como malvados y perversos racistas. ¡Con lo bien que se vive en este conglomerado vacuo que ellos tan bien han sabido construir! ¡Con sus subvenciones para ellos, con sus entramados corruptos!
En definitiva de lo que se trata es de aplicar un discurso que, a pesar de lo que incomoda a los “etnomasoquistas” europeos, es el único viable, y que el último en pronunciarlo fue el nuevo primer ministro australiano: “Quien venga a nuestro país, legalmente, ha de adaptarse a nuestros valores y costumbres y el que no quiera hacerlo que regrese al suyo”.
Al fin y al cabo defender muchos de los avances sociales y derechos conquistados ha supuesto para nuestra civilización, -la civilización-, siglos de luchas… y no los vamos a dejar perder en manos de los pusilánimes que nos gobiernan.
Hoy la civilización europea, y todas sus ramificaciones en el mundo, están amenazadas por la decadencia, la laxitud, los bárbaros (como recientemente dijo el escritor Juan Eslava Galán) y la conversión del individuo en consumidor atomizado.
Se aproxima un terremoto.
Vídeo de la entrevista que Ana Pastor hizo a Marine Le Pen para la cadena de televisón La Sexta