En la película “21 gramos” (Alejandro González Iñárritu, 2003), de culto para algunos, normalita para el que esto escribe, el personaje de Benicio del Toro tiene una frase más que significativa. En un momento dado, casi al final del film, dice algo así: “Ya he descubierto donde está el infierno, el infierno está aquí” (y señala su cabeza).
El infierno, como llegó a decir Juan Pablo II, es un estado interior, aunque después tuvo que desdecirse para que toda una masa cristiano-reactiva pudiera seguir creyendo en el país de las hadas, pero la realidad es esa: el infierno es el terrible desasosiego psíquico y emocional en el que viven muchas, muchísimas personas.
Y el diablo ¿qué es el diablo? ¿Un arquetipo? ¿Una energía? El diablo, tal como su supuesta etimología griega indica, vendría a significar: arrojar, escindir, apartar. Pero ¿de dónde? De Dios, de la Luz, de la energía más pura. Por tanto podríamos decir que, más allá de toda creencia, el diablo representa una bioquímica terrible que se instala en el organismo de muchos humanos.
Y cuando así ocurre… se cae en las tinieblas.
De hecho, en Occidente una gran parte de la población vive en ellas: drogas legales (psicofármacos), ilegales (cocaína, sintéticas,…), dudas permanentes, adicciones, ansia, vicios de todo tipo…
Lo diabólico ostenta, sin duda alguna, el poder en el mundo actual: la política, los medios de comunicación, el espectáculo, el gran capital están regidos por sus sicarios, sean o no conscientes de que lo son.
El derrumbe de todo tipo de valores, la muerte del alma, la reactividad más extrema, la angustia permanente son los objetivos de aquellos que, desde un supuesto canto a la libertad y al más extremo individualismo, merman todo tipo de espiritualidad, de honestidad y de sencillez (que no de simplicidad).
Al hombre actual solo le quedan los portadores de almas bondadosas, los espíritus limpios y los corazones generosos (que nada tienen que ver con la debilidad) como refugio de su dolor.
Aquellos que alguna vez se hayan sentido desesperados por las circunstancias de la vida sabrán que lo que acabo de escribir es, junto con la sabiduría, el único consuelo en momentos en que este ha desaparecido por completo.
Porque el diablo es tentador para el Ego, y éste, a su vez, es su herramienta más terrible. La inflación “yoica”, tan común en nuestros días, nutre de angustia y desasosiego a cualquiera que se deje arrastrar por ella.
El deseo ansioso de poder, de prestigio, de placer, de dinero, de lujo… no es más que la trampa del infierno que acecha para pillarnos desprevenidos y encarcelarnos en el bajo mundo. Ardid del diablo, o su circunstancia bioquímica, que se camufla tentador.
Pero no todo el que goza de prestigio, poder y una abundante economía ha pactado con el “diablo”, no. Simplemente ha accedido por la vía adecuada, la que armoniza con su esencia, con su destino, y de una manera, íntimamente, templada desarrolla una realidad que le provee de todos estos elementos.
Para finalizar, no hace mucho leí unas declaraciones de esta cría que canta, Miley Cirus (Hannah Montana); tiene veinte años y en una de estas galas apoteósicas de la MTV se puso locuela y provocativa. Recibió tantas críticas que tuvo que salir a excusarse: “¡Si supieran que solo puedo dormir 45 minutos al día”!
Eso es el infierno.
Y yo me voy a hacer un té.