Es absurdo que los políticos estén, aparentemente, tan preocupados por el paro. Ya se sabe que este acabará siendo estructural en un alto porcentaje: en España aproximadamente de entre el veinte y el veinticinco por ciento. ¿Por qué? Porque sencillamente no hay donde colocar a tantas personas y si a eso le añadimos además que la tecnología sustituye cada vez más a los trabajadores y que los países emergentes producen igual de bien y mucho más barato, pues ya tenemos la ecuación hecha.
Entonces la cuestión es qué hacer con todo ese sector muy numeroso de parados sin apenas formación o formándose en cursos y cursillos con muy poquito futuro (solo la hiper especialización y el dominio de idiomas serán competitivos en el mercado laboral). ¿Cómo distraerles para que no se revolucionen? Esa es la gran cuestión que dirimen en los cenáculos del poder.
A ver, desde hace tiempo ya pueden descargarse series y películas gratis, tienen drogas para dar y vender, psicofármacos expedidos a doquier, sexo fácil, redes sociales de todo tipo, páginas para ligar de forma exprés, televisión bazofia y comida baratita, una hamburguesa por un euro y la “gay life” predominando de forma aplastante.
Anestesiados lo están, ahora la cuestión es que no se descontrolen. Porque su nivel de vida va a ir menguando considerablemente, van a ser despedidos a troche y moche, sin compasión, y se espera que se comporten correctamente, todo eso unido a la solidaridad de las familias mediterráneas y a la caridad social. Vamos que coman, forniquen y se aturdan con distracciones.
Este es el triste panorama que llega para una parte de nuestra población, la progresía y el neoliberalismo tienen estas cosas, que empiezas defendiendo la libertad y acabas en la cola de un comedor social.
Para los que quizás nos salvemos por las razones que sean se nos presenta una disyuntiva: subirnos al carro del relativismo neoliberal y que “les den” a los que han quedado al margen o plantearnos una actitud solidaria y comprometida con ellos. Es decir asumir la dictadura del mercado en lo económico y del progresismo en lo social o bien volver a recuperar el sentimiento de nación y crear unas nuevas estructuras acordes con las necesidades de todos y no solo de aquellos que, por esfuerzo, inteligencia o fortuna están bien ubicados en esta sociedad.
Todo ello no quita que parte de la responsabilidad del fracaso también es individual. No todo es atribuible a la troika o a los lobbys internacionales, uno también es dueño, en alguna proporción, de su destino. Y si en los tiempos de bonanza, como le pasaba a la cigarra en la fábula, se han limitado a actuar como una oveja o un buey ahora, en esto que algunos llaman crisis pero que en realidad es un cambio social, también tienen que asumir las consecuencias de su tonto gregarismo.
Nos americanizamos y dejamos que parte de los nuestros revienten o reinventamos nuestra historia y trabajamos para una sociedad más justa pero no como dice la izquierda, eso es mamandurria buenista y subvencionada, sino volviendo a levantar la idea de nación, de identidad cultural, de pertenencia, de historia colectiva que no podemos derruir por culpa de la especulación ni de los débiles de espíritu.
Yo, personalmente, como a muchos que no nos va mal del todo, puedo seguir tirando así, la cuestión es si es justo, si nuestra conciencia nos lo permite.