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España y el catalanismo político

Si los artículos publicados en este periódico no comprometen necesariamente la opinión del mismo, aún menos lo hacen aquellos que, como éste de nuestro colaborador y amigo Damián Ruiz, incluimos en la Sección "Tribuna Libre".

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Hace años la operación Roca, liderada por Miquel Roca i Junyent, hoy abogado defensor de la Infanta Cristina, y padre de la constitución, tuvo la idea de liderar un proyecto de derecha liberal y reformista que acabó fracasando estrepitosamente en las urnas. Ese proyecto pretendía dotar a España de un partido al estilo de la UMP francesa o la CDU alemana, es decir modernizar el conservadurismo hispano y sobretodo alejarlo del centralismo y del clericalismo.
Con todos mis respetos para todas las ideologías he de decir que sí soy de la convicción que en este país llamado España seguimos teniendo una derecha casposa y una izquierda bananera, y eso es así porque seguimos siendo una nación movida por la pasión populista, por los odios “guerracivilistas” y por un arraigado sentido del folklore, bastante alejado del pensamiento ilustrado y avanzado de otras zonas del continente. Mientras en Dinamarca, por poner un ejemplo, muchos jóvenes están pensando en cómo avanzar en sus especialidades, en cómo montar una empresa, o en adquirir conocimiento, aquí están pendientes de la cofradía de turno, de la procesión del mes, del fin de semana interminable, de la fiesta de aquí a quince días o de las actividades mensuales de la hermandad. Como ya he dicho en otros artículos aquí todo “quisqui” chapurrea el inglés y sus cotas más altas de independencia consisten en saltarse un domingo la comida en la casa de los suegros. Es decir vivimos en un país de “niñones” sin más ambición que hacer una carrera universitaria con la misma intensidad que pace la vaca en el prado.  Pero eso sí ¡exigimos el estado de bienestar de Alemania! ¡Claro, claro, mientras ellos leen ensayos contemporáneos tú engalanas la Vírgen de flores! Y ¡por supuesto el nivel de vida tiene que ser el mismo! Porque como dijo la ministra de trabajo Fátima Báñez, “la Vírgen nos ayuda con la economía”, que viene a ser el equivalente español de una planificada estrategia alemana guiada por catedráticos en la materia. Y lo digo como cristiano, pero ya me rechina tanto festival histriónico.
Pero de esto no se libra la población catalana, aunque el concepto ideológico del catalanismo político que viene a defender tanto la derecha como la izquierda moderada de esta comunidad sí podría ser una buena solución. Partidario de la unidad de España como soy, así como del reconocimiento de su diversidad cultural y lingüística, sé que un sector de la derecha española odia a Cataluña, igual que un sector del independentismo catalán odia a España, pero a mí ambos espectros del continuum, al estar fanatizados, no me merecen ninguna consideración como interlocutores, sería como hablar con mi geranio, es más esperaría más capacidad de reflexión de la planta que de los otros.
Pero España requiere de ilustración y de modernidad, sin perder la tradición ni el espíritu. Y el problema es que nunca nadie gobierna para aunar ambas polaridades, o se desbarata todo como el inútil de Zapatero, o volvemos a la España de los Reyes Católicos cuando gobierna la derecha.
El catalanismo político implicaría una extensión de la racionalidad en todos los aspectos de la vida de la nación, una gestión guiada por la eficacia y por la sensatez. Ni “buenismo oenegero”, ni populismo chavista, ni utopías estúpidas, ni tercermundismo, pero tampoco clericalismo anacrónico, centralismo asfixiante o populismo folklórico. Estaríamos ante la posibilidad de modernizar la nación sin permitir que sus esencias se pierdan, al contrario, fomentarlas pero desde una actitud algo más introvertida. Es cierto que también se fomentaría el espíritu empresarial, en lugar del funcionarial, y se potenciaría la investigación científica y tecnológica, no podemos vivir solo de la restauración y de las reformas. Pero para todo ello se necesita que España no solo sea castellana, sino que también sea catalana, vasca, valenciana, gallega, etc.
Sé que este es un artículo polémico y que va a generar comentarios encendidos, y para ello voy a poner una guinda. ¡Vale ya de una España cuyo logos solo puede ser castellano y cuya proyección de la personalidad solo puede ser andaluza! Y lo digo con el máximo respeto y afecto por estas tierras que a mí personalmente me despiertan una gran emoción.
Por eso España unida sí, por supuesto y sin fisuras, pero respetando e integrando otras maneras de pensar y de vivir, las que representan la llamada periferia. Y ¡modernizándola, ilustrándola y europeizándola de una vez por todas!

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