Intrigas de Palacio

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He de reconocer que la renuncia de Benedicto XVI es probablemente la noticia que más me ha conmocionado en los últimos tiempos. Un intelectual bueno, sereno, sensato, profundamente creyente… ¿Cómo tendría que estar el hombre (permítanme lo coloquial) para decir “ya no puedo más”? Es vox populi que el Vaticano, la Iglesia Católica, siempre ha sido refugio de homosexuales, que de mantenerse en el celibato, no tendría más importancia que la de ser heterosexuales, y de pederastas (perversos, sexual y emocionalmente inmaduros, en una u otra dirección). El problema no es que pillen de vez en cuando a un cura con su amante, varón o hembra, la cuestión grave se produce en cuanto se tejen redes de prostitución o de favores sexuales utilizando la plantilla seminarista como piscifactoría donde tirar la red.
Si a todo esto le añadimos las corruptelas económicas y políticas, la lucha por el poder, los celos, la envidia…los siete pecados capitales juntos… ¡Pobre Papa!
Convencido de que en la Iglesia Católica abunda, en todas las esferas, más lo bueno que lo malo, -yo soy un cristiano no practicante (básicamente porque las misas me aburren soporíferamente, ¡cambien la música! ¡Den más fuerza al ritual! ¡Eleven el espíritu!)- hay que reconocer que lo segundo afecta mucho y no solo la imagen de la institución sino a la propia fe de los creyentes.
Benedicto XVI ha renunciado porque no podía más… y no creo que sea solo una cuestión de fuerzas para gestionar todo lo que se cuece, sino algo más trascendente, lo que yo llamaría el escándalo interior, la desazón de saber que detrás de tanta parafernalia se ocultan algunas almas oscuras, ante lo que supongo que en sus últimos años de vida ha preferido retirarse para establecer un diálogo íntimo y profundo con Dios, convencido que el retiro y la oración tienen más poder de influencia sobre la humanidad que las estrategias de orden público en el seno de la Iglesia.
Quiero hacer mención también en este artículo a nuestra reina, Sofía. Ya sabemos que es una buena profesional, como dijo el rey, y como ha repetido Peñafiel cada día de su vida desde entonces. Pero además tiene la dignidad de las grandes señoras, lleva la nobleza en la sangre y la aristocracia en cada uno de sus gestos. No puede haber mayor sufrimiento llevado con mayor dignidad. Creo que igual que el Papa está hecha de esa materia de la que ya quedan muy pocos humanos, pues la mayoría andan, andamos, entre el deseo y la razón, entre la reactividad y el logos. Mis respetos más sinceros.
Benedicto XVI, la reina Sofía, otros patriarcas y matriarcas escandalizados, seguro… pues vivimos en un puticlub gigante, lleno de misterios pueriles, de secretos pajilleros y de relaciones novelescas de quita y pon, de corruptelas miserables, de traiciones y altas traiciones… No da toda esta cochambre ni siquiera para narrar grandes historias como la de Bovary de Flaubert, ni la de “Las amistades peligrosas” de Choderlos de Laclos, no da para nada… Donde antes había pasión ahora hay simulacros de ello, y donde antes había contención ahora hay compulsión. Mucho ruido y pocas nueces… Mucha tontería para un mundo de sucedáneos.
Más silencios, más tensión contenida y menos banalidad… ¡Por favor!

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