La pejiguera nacionalista es inacabable y pesada, sobre todo para los ciudadanos de Cataluña que no somos separatistas. Algún día trataré de explicar el porqué algunos no comulgamos con esa ideología/religión, lo cual no se debe a una deriva españolista, ni mucho menos a que no amemos nuestra tierra. Es por una cuestión, creo yo, de estilos cognitivos, de simbología y de espíritu, ni mejor ni peor, sencillamente diferentes. Incluso diría que hasta tiene que ver con el ritmo y el pulso que imprimes a la existencia. Pero ahí lo dejo de momento.
La cuestión es que hay algo en lo que los nacionalistas tienen razón, y es en la necesidad de proteger y defender la lengua y la cultura catalanas.
Les pondré un ejemplo clarificador. Saben que en la llamada área metropolitana de Barcelona viven, de forma muy mayoritaria, inmigrantes de otras partes de España y sus descendientes. Por lo tanto es un territorio abrumadoramente castellano hablante. Pues bien, se trató de hacer un experimento en diversas salas multicines que pueblan estos municipios, el cual consistía en lo siguiente: se proyectaría la misma película, una de Hollywood, doblada al castellano en una sala, y en otra al catalán, para ver qué porcentaje de público acudiría a una y a otra. Resultado: el 92 % acudieron a la versión española y tan solo un 8 % a la catalana. Normal, pensarán, ¿no? Les añado un dato bastante significativo: el pase a la película en catalán era gratis, mientras en español había que pagar la entrada.
Reflexionen por un momento en qué ocurriría si de lo que estuviéramos hablando fuera de su lengua materna. ¿No les produciría pavor que en su área geográfica la lengua propia tuviera estos resultados?
Pero es que además en las zonas castellano-parlantes de Cataluña en el único momento en que muchos niños hablan catalán es cuando se comunican con su profesor, en ninguna ocasión más. Ni con sus compañeros de colegio, ni con las familias, ni con nadie. En amplios sectores de la población catalana la presencia de cualquier medio de comunicación en la lengua autóctona ni existe, hagan lo que hagan por televisión (aunque proyectaran la última de James Bond en paralelo al estreno internacional, si fuera en catalán no la verían).
En Barcelona el castellano y el catalán cohabitan perfectamente, de hecho es muy común que en un grupo de amigos (a mí me pasa) estemos hablando indistintamente en una lengua o en otra. Por ejemplo, cuando nos reunimos con mi familia paterna, originaria de Extremadura, hablamos en español, pero los niños ya hablan los dos idiomas indistintamente, y cuando lo hacemos con la materna, catalana de Barcelona, hablamos en catalán y los niños hablan las dos lenguas, igualmente, con absoluta normalidad.
No comparto, pero puedo llegar a entender, la tirria que se tiene desde el resto de España al nacionalismo victimista catalán. Les aseguro que es insoportablemente cansino, y además no dan tregua, es como tener un vecino que siempre tiene el piso en obras, y es cierto que hay una tendencia a tergiversar y manipular la Historia a su antojo. Por ejemplo, por más que se haya cuestionado la figura de Rafael de Casanovas, da igual, lo lean donde lo lean seguirá siendo el líder independentista por excelencia, y por mucho que la guerra de 1714 fuera una guerra entre dos dinastías, para ellos era una guerra de España contra Cataluña. De verdad, un aburrimiento torticero.
Pero en cambio sobre la defensa del catalán tienen, insisto, razón. Si se permite a los padres que elijan libremente entre catalán y castellano, el gobierno sabe, porque tiene datos que, probablemente, lo corroboran, que el catalán desaparecerá en pocas décadas. ¿Por qué? Pues porque el español tiene un peso en el mundo y en los medios de comunicación apabullante, porque la mitad de la población catalana apenas lo aprendería y eso significaría la expansión y aniquilación de la lengua autóctona. Con este sistema actual se garantiza el bilingüismo de todos los niños catalanes, y creo que, en todos los sentidos, es más justo y ético.
Además si el gobierno central se hiciera cargo de la defensa de la lengua y la cultura catalanas, pero con determinación, una gran parte de los catalanistas moderados se sentirían tranquilos y abandonarían postulados radicales y separatistas.
Otra cosa es que el gobierno español quiera meter baza en cómo se explica la historia en Cataluña: eso es otra cosa, porque creo que ahí sí que se explican cuentos de hadas para que encajen con la fantasía patria de esta Comunidad. Pero eso ya sería otro tema.