España es un país de derecha clerical, rancia y casposa y de izquierda bananera y exaltada. Vamos, que nunca seremos Dinamarca ni Alemania, ni tan siquiera la orgullosa Gran Bretaña.
Ya saben los lectores de Elmanifiesto de mi “amor” por la progresía subvencionada, pero hoy, y sin que sirva de precedente, no hablaré de ella.
Hoy toca Gallardón, el chico “viejuno” que parece que no haya roto nunca un plato. Pues bien, en su filigrana monjil ha decidido que las malformaciones del feto no sean motivo de aborto. De acuerdo, se puede entender que si un feto se desarrolla sin un dedo o una mano, o con labio leporino, no sea motivo, por supuesto, para abortar. Pero ¿y si se engendra un monstruo en el sentido no insultante sino literal de la palabra? ¿Eso lo tienen que asumir los padres?
A mí tal decisión me parece propia de un sinvergüenza, de alguien que no tiene escrúpulos y que se basa en una moralina de señorito criado con tatas, chachas y sirvientas, y con música clásica de fondo. Y digo sinvergüenza porque ya está bien de cargar sobre las clases trabajadoras y medias los caprichos morales de estos caciquitos engolados.
¿Qué tiene que hacer, para cuidar un ser de estas características, una madre o un padre que trabajan todo el santo día y que apenas llegan a fin de mes? ¿Dejarse el hígado, la piel, en el camino? ¿Para qué? ¿Para que tú puedas escuchar a Bach con la conciencia tranquila mientras saboreas una copa de coñac francés?
Aquellos que consideren que las graves malformaciones de un feto no son motivo de aborto deberían crear fundaciones con su propio dinero para encargarse del cuidado de éstos, pero las veinticuatro horas. Si lo hacen y aceptan a todos los seres nacidos con estos problemas, nada que decir; mientras no sea así todo será mera hipocresía.
Por otra parte, siempre me ha sorprendido ese afán que tiene la derecha moral por los disminuidos severos. Me parece absolutamente elogiable y respetable siempre y cuando sean ellos, repito, los que se encarguen del cuidado, atención y soporte económico de éstos cuando los padres no consideren que es un castigo o una bendición de Dios, según la perspectiva como se mire, y no deseen o tenerlos o cuidarlos en los casos más graves, especialmente cuando haya sido impuesto por ley.
La cuestión es amargar la existencia al personal no sea que además de trabajar como esclavos se vayan a liberar de las pruebas que da la vida.
Y yo no estoy a favor del aborto libre ni de una ley de plazos, considero que debe haber motivos suficientes para poder abortar, pero el de las malformaciones del feto, cuando son severas, me parece el principal motivo para hacerlo, si es así como los padres lo deciden.
En España sobra mucha, mucha moralina, mucho clericalismo y mucha intransigencia. Es necesario avanzar hacia una derecha moderna, racional, pragmática y que procure desoxidar tanto el Estado como la vida de los ciudadanos. Porque uno de los grandes problemas que tenemos a nivel económico y social es la influencia de los capitostes más reaccionarios y de los caciques económicos que mantienen su statu quo sin innovación, sin inversiones y sin creatividad, como un pantano de aguas estancadas.
Necesitamos que los jóvenes abran su mente, innoven, viajen, dominen idiomas, tengan relaciones sexuales con sentido común, se diviertan sin necesidad de alcohol ni drogas y no tengan que vivir siempre a cien metros de sus padres y sus suegros (un domingo aquí, el otro allá), que puedan despegarse de la sacrosanta familia y que en lugar de estar todo el día en cofradías, hermandades y grupos folklóricos estén creando empresas con futuro y competitivas en el mercado internacional.
Sobran Gallardones y moralistas de viejo cuño que pretenden un permanente retorno hacia una España mojigata y amargamente concienzuda, y faltan espíritus abiertos.