Me gustaría saber cuántos españoles están deseando, quizás yo me incluya, que nos rescaten de una vez. ¿Por qué? Porque se hará justicia.
¿Es lógico que mientras muchas personas no tienen para llegar a fin de mes la administración pública de todo el país sea la que es? ¿Es normal que mientras el tiempo de espera para ser operado de un cáncer se retrasa siga habiendo camarillas, empresas públicas inútiles, sectores determinados que vivan de la vaca pública?
Hay que acabar derrumbando de una vez por todas este sistema profundamente injusto, donde la casta política, las mafias parasitarias y los desintegradores han sido los beneficiados durante largos años mientras la sociedad, que incluye todas las clases sociales menos los multimillonarios y los ya citados, sufría cada vez más. Y con el soberbio iluminado de Zapatero encabezándolo todo (con este no se meterán, no, este es uno de los suyos).
Rajoy es un blando, un diletante y, por mucho que sufra las circunstancias, no es eficaz. No se le cree porque no toca lo que tiene que tocar, porque protege un “statu quo” que ya no sirve y porque las grandes reformas —la gran reforma— ni las ha empezado.
La cuestión es ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién empieza a desmontar el chiringuito?
¿Esperanza Aguirre? ¿Mario Conde? ¿Vidal-Quadras? ¿Un socialista jacobino? ¿Un gobierno de unidad nacional entre PP y PSOE? ¿A qué le temen? ¿A una guerra civil? ¿Cuánto creen que tardarán los independentistas vascos en lanzar un órdago a toda la sociedad española?
¿Piensan que un gobierno de Rajoy, Rubalcaba y Durán Lleida serviría para algo? No, para nada, solo protegerían sus chiringuitos y sus huestes, y más de lo mismo, que todo cambie para que todo siga igual, y la gente sufriendo.
Desde que Zapatero entró en la Moncloa el país se ha ido hundiendo progresivamente, y estamos cercanos al abismo desde todos los puntos de vista: político, económico, social… No queda nada en pie, ¿qué van a hacer ahora?
Por eso el rescate puede llegar a ser un mal necesario, porque estoy convencido de que a lo que llaman la troika les va importar muy poco de dónde se saca el dinero para devolvérselo; en cambio al pueblo sí que le va a importar ver cómo, mientras le desangran, los de siempre siguen viviendo bien.
Finiquitemos este bodrio de una vez por todas, aceptemos el rescate y en caso de que sea la sociedad civil la única que paga las consecuencias reaccionemos con firmeza y contundencia.
Y no se puede dejar la calle en manos de los sindicatos, ni de la progresía subvencionada, ni de los perro-flautas, ni de los ñoños de las manitas volteadas ni de los okupas antisistema. La calle debe ocuparla la sociedad civil: la enfermera de la seguridad social, el obrero de fábrica, el pequeño y mediano empresario, el policía o el jubilado, entre otros.
Porque si la casta parasitaria no nos representa tampoco lo hace la izquierda anti-todo.
Si el rescate viene para acabar con los privilegios de unos pocos, aunque suponga un breve periodo duro para todos, bienvenido sea.