España está en situación de emergencia económica, cercana a la quiebra. Pero aquí no cambia nada. El gobierno de Rajoy acomete reformas de bajo calado, fundamentalmente aquellas que afectan a las clases medias y populares. Pero todavía no ha demostrado su capacidad para ejercer un auténtico liderazgo que transforme radicalmente el statu quo del país.
Europa sabe que en España es necesario tocar estructuras políticas y regenerar la banca. Todos lo sabemos, y es hora, quizás, de empezar a hacerlo. Y también por una cuestión de conexión con el espíritu de los ciudadanos, incluidos los del 15-M.
Si Rajoy, en lugar de erigirse en verdadero líder de una nación descabezada como lo es la nuestra actualmente, va poniendo los habituales parches de los viernes, continuará bajando progresivamente en las encuestas hasta que la oposición amenace con volver de nuevo y acabar de finiquitarlo todo.
Cuando el iluminado, el anterior presidente del gobierno, pronunció la maravillosa frase: “El concepto de nación es discutido y discutible” ya estaba avanzando en que quedaría todo esto.
Pero ahora ha llegado el momento del cambio, de las transformaciones profundas.
Es el momento de acabar con las Diputaciones, con el Senado, de introducir la democracia directa vía referéndums, de responsabilizar penalmente a los malos gestores públicos, de ordenar el territorio nacional estableciendo leyes comunes, de reducir municipios y de evitar el despilfarro público que acaba en manos de grupos de intereses afines al poder.
Si el presidente del gobierno actúa como un mero burócrata gestionando la economía no conseguirá el apoyo de una mayoría de ciudadanos.
De momento su gestión es mediocre, propia de un hombre inteligente y resuelto pero asustadizo. Pero no es una situación para tibiezas. Lo que acaba de ocurrir en Grecia con la entrada de un partido filo nazi en el parlamento es un aviso para navegantes. Ya sabemos todos como germina el huevo de la serpiente.
El descontento puede seguir aumentando de modo progresivo y ya no servirán alternativas legítimas como el Front National francés, en realidad un partido identitario pero sensato y alejado de cualquier posible barbarie, o la izquierda radical griega o gala. Pueden venir auténticos monstruos llevados por los instintos más oscuros del alma humana.
Cuidado con tener que contentar a la casta política, con los equilibrios que pretenden agradar a todos. Es el momento de actuar y, si es necesario, de hacerlo sin contemplaciones. Si conecta con la verdad más íntima del pueblo todo será para bien.
El coraje, en muchos casos, previene de males mayores.