Ante la desesperación

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En circunstancias tan difíciles como las actuales miles de personas en nuestro país se encuentran al borde de la desesperación. El paro, la crisis o la ruina les afecta directamente. Y, ante eso, la mayoría comete un grave error: auto culparse, minar su autoestima y desvalorizarse.

Craso error. Estamos ante una gravísima crisis social que ha lleva a un colapso económico, y esto significa que un elevado porcentaje de ciudadanos ha sido afectado por ella. Pero los culpables no solo lo son los bancos o los políticos, o las grandes agencias de rating, o los especuladores. Los culpables lo somos todos, y las víctimas se encuentran en todos los sectores sociales y forman parte de ese todo.
Lo somos todos porque por activa o por pasiva lo hemos permitido. Nuestra escasa conciencia social y comunitaria, nuestro autónomo egocentrismo ha mirado para otro lado viendo como todo empezaba a enredarse, a caer. También se ha votado frívolamente, desde la inmadurez y la insensatez, con las lamentables consecuencias que hemos sufrido hasta hace poco.
Seguimos creyendo que aquí, en España o en Europa, podemos vivir en el paraíso del bienestar social financiados por los chinos y por el petróleo árabe, mientras el resto del planeta crece a base esfuerzo y competitividad.
Como colectivo estamos abocados al fracaso. Piensen en Brasil, la India o China, piensen en su rápida emergencia, ¿por qué? Porque empiezan a producir más y mejor que nosotros, a un ritmo acelerado y con mínimos costes.
¿Qué creen que va a pasar en el mercado internacional? Si un italiano tiene que comprar un reloj, por poner un ejemplo, y en condiciones de igual calidad, ¿lo comprará a un precio que incluya “bienestar social” o a un precio que no lo incluya? La respuesta es obvia. No pagará treinta o trescientos euros más para que los europeos, entre los que se incluye, disfruten de guarderías gratuitas, cuando se los puede ahorrar comprándolo chino aunque las condiciones laborales sean de semi esclavitutd.
Por tanto, de seguir en el juego de la competitividad global tendremos que reducir mucho, muchísimo, nuestros costes de producción, y eso tiene un precio.
La otra alternativa es que nos salgamos de ella, de la globalización,  y entremos en una nueva fase política guiada por el patriotismo-proteccionismo, ya sea nacional o europeo, como propone una nueva derecha social en todo el continente. Esto tiene sus riesgos, en primer lugar el aislacionismo que supondría a nivel internacional, y en segundo, que durante la travesía del desierto hacia una nueva economía existiría el riesgo de caer en regímenes dictatoriales, para ordenar y contener la población.
Si además Romney acaba ganando a Obama, los Estados Unidos volverán a ser más competitivos, con el coste social que eso conlleva, y la vieja y caduca Europa se quedará sola en el mundo defendiendo las prerrogativas de sus adolescentes ciudadanos.
La situación es compleja y desesperante para muchos. El plan de Merkel es, en este contexto, el único viable, aunque requiere tantos sacrificios que dudo que prosiga. El inquieto Sarkozy lo tiene difícil para volver a ganar, y las posibilidades de que Hollande, el candidato socialista, se haga con el Elíseo no son menores, para desgracia de Francia y de Europa, por supuesto, y para finiquitar el plan de la alemana.
Por tanto lo tenemos mal pero como colectivo, que nadie particularice sobre sí mismo la desgracia que afecta a toda la sociedad, porque simplemente es o son las víctimas colaterales de una grave crisis.
El individuo europeo es como una especie de célula libre que quiere disponer de su vida como le dé la gana, como si no formara parte ni de una comunidad, ni de un país ni de una cultura. Un átomo suelto a la búsqueda de no se sabe qué y subvencionado por todos. Así no vamos a ninguna parte más que al caos.
Si es usted quien lo pasa mal no se lo tome a pecho y piense que no solo es víctima de sí mismo sino de todos sus conciudadanos.
Y una última apostilla, que Chacón (la ambición hueca), en un contexto tan grave como el que tenemos en estos momentos, haya estado a punto de hacerse cargo de la secretaría general del principal partido de la oposición, significa el grado de estupidez colectiva al que hemos llegado. Y es que no nos estamos enterando de nada.

 

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