Hace unos días leía en “El Mundo”, mi diario de referencia, una crónica en la que se informaba detalladamente de la supuesta censura de una película española sobre la guerra civil. ¡Otra, sí, otra! Y ¿cuál es, parece ser, el motivo? Pues no es otro que el hecho de que no ponen a caer de un burro a los del bando nacional. No se crean que es porque ensalza a los “nacionales”, no, es simplemente porque no los pone a parir, y de alguna manera no ejerce el repetitivo maniqueísmo al que nos tiene acostumbrada la cinematografía guerra civilista, en la que los republicanos son los buenos y los nacionales los malos.
Los perdedores de la guerra y sus jóvenes y no tan jóvenes ideólogos, y que conste que soy nieto de republicanos por ambas partes, sienten la obligación moral de aleccionarnos, eso sí, siempre mediante subvenciones públicas y películas tostón, sobre las bondades del rojerío español y las maldades del franquismo. Uno va llegando, con la edad y las lecturas, a la conclusión de que si Franco no era lo mejor que le podía pasar a España, el despiporre atolondrado de los republicanos hubiera convertido este país, de haber ganado ellos, en algo absolutamente ingobernable. O sea, que en aquella época, y solo en aquella –soy un demócrata convencido–, es probable que Franco fuera un mal menor. Y la prueba la tenemos en nuestros tiempos, donde los socialistas y la progresía subvencionada están llevando al traste a toda la nación. A los hechos me remito.
La cuestión es que la película no puede ver la luz. Mientras se dilapida el dinero en directores como la meliflua rimbombante de la Coixet, el pedante pijo-progre de León de Aranoa, o en pastiches edulcorados como “Mar Adentro” (un Estrenos TV en formato cine, con un Bardem poniendo la misma expresión que pone en todas sus películas. Acaso ¿no le ven siempre con intención de “partirle la cara a alguien”?), película que, por cierto, en lugar de “Mar adentro” debería llamarse “La cuñada esclavizada”, pues la pobre es la verdadera víctima del asunto.
He de decir, por otra parte, que Amenábar cuando no se pone pedagógico es un buen director, y en cuanto a Almodóvar reconozco que le respeto, porque, te guste más o menos, no está al servicio de una ideología en cuanto a su obra se refiere. Él ha creado su propio universo y eso le convierte en un verdadero autor.
Pues bien, volviendo al tema, “La mula”, que así se llama el film, está retenida y secuestrada por el Ministerio de Cultura, ¿Por qué? Sencillamente porque no es tendenciosa. La única película en la historia de la cinematografía de la guerra civil –yo creo que ni los americanos han hecho tantos westerns– que no describe a los nacionales como villanos desalmados y a los rojos como gente noble, buena e inteligente, van y la censuran.
Y es que la censura existe: escriba usted algo o cree algo, por mucha calidad que tenga y no sea progre o nacionalista periférico, ya verá cuántas subvenciones públicas le llegan: cero. Y yo soy el primero en no estar de acuerdo con éstas, pero hay muchos que se han forrado, todos los de la zeja y otros cortesanos, de una manera u otra, chupando del bote de la vaca pública. Y, por supuesto, aquí en el paraíso terrenal donde vivo, es decir en Cataluña, podrán cerrar hospitales o rebajar el sueldo a los médicos, pero a los parásitos culturales del “establishment” a esos no les quitan ni un céntimo. Son todos ellos y ellos: politiquitos y culturetas, ya conocen aquello de “quien parte y reparte se lleva la mayor (o mejor) parte”.
Bueno, pues como yo creo que ante todos estos, que han colaborado a la ruina de España de forma vehemente, hay que dar la cara, propongo que nos pongamos en contacto con la ministra de Cultura, la Sra. González Sinde, y le pidamos explicaciones del porqué de esa censura.
Este es el enlace de su ministerio:
En el apartado asunto propongo escribir: ¿Qué pasa con “La mula”? y después cada cual que diga lo que quiera.
Y es evidente que, de estrenarla, habría que ir en masa a verla, simplemente para hacer frente a toda esta retahíla de memos intelectuales que han vivido de nuestros impuestos y han colaborado en el hundimiento del país.
Nunca lo he pedido en un artículo, pero esta vez sí que lo hago: ¡Páselo!