Vayámonos despidiendo.
Los traidores tienen en sus manos los medios de manipulación del pueblo. No queda apenas nadie que pueda sostener un ápice de su historia sobre sus hombros, sobre su pensamiento, ya no hay defensas que resistan el ataque sin piedad, sostenido en el tiempo, al que llevan sometiendo a los indefensos ciudadanos europeos desde hace ya casi medio siglo.
No hay nada que hacer, todo es decadente, lamentable, el cuarenta por ciento de la población de Europa padece algún trastorno psíquico. Se hunde lentamente, con la complicidad de la mayoría de los gobiernos del continente, la civilización que crearon nuestros ancestros. ¿De qué sirvieron tantas luchas, tanto dolor, tanta contención, tanta sabiduría, tanto coraje, tanto sacrificio? Todo se desprecia, se arroja al vacío de la historia. ¡Tantas batallas ganadas para al final perder la guerra! Sólo nos quedará en el futuro el recuerdo derruido de la más esplendida de todas las leyendas que jamás se contaron, la de unas tierras que siglo tras siglo llegaron a convertirse en vanguardia de la más alta grandeza adquirida por la humanidad.
La neurosis, el conflicto debilitante atrapa a nuestros jóvenes; nuestros viejos están solos y apartados; las familias rotas, y la mayoría de la clase política inoculando el veneno de la parálisis en las psiques de los mansos. “¡Quietos, no os mováis! ¡Permaneced en silencio, angustiados, contemplando como lentamente cae Roma, París, Berlín, Londres, Praga, Venecia… Observad como el Palazzo Pitti de Florencia cae roto en un millón de pedazos acompañado, eso sí, de alguna aria de Puccini, todo a cámara lenta, con estética “viscontiniana”, para que no digáis que el final, aunque terrible, no se acerca al éxtasis divino. Vivid los últimos días de vuestras naciones-.” La traición copa casi todos los poderes y el pueblo contempla inmovilizado la fiesta permanente, el carnaval de colores, la astracanada burda, continua, con la que se le quiere distraer mientras las sombras destruyen todo lo que, hermosamente, creamos año tras año, siglo tras siglo.
La estupidez, la ingenuidad de los ingenieros sociales, adalides de un mundo abierto de, supuesta, convivencia alegre y feliz, unida a los débiles de espíritu que siempre odiaron su cuna, su cultura, sus tradiciones y que ahora, exultantes, tienen la oportunidad de la venganza creando un suelo yermo, quemado, dispuesto en barbecho, para una vez destruido todo, pueda volver a crecer otra civilización. La felicidad les inunda, por fin han acabado con el predominio de Occidente, con las barbaridades, según ellos, cometidas a lo largo de nuestra historia. Ahora en esta nueva fraternidad universal, Europa ya no será más que un vetusto objeto de tiempos espantosos, afortunadamente, lejanos.
Nunca nada fue tan obvio, tan denigrante, tan estúpido.
Los traidores vencerán y cumplirán su objetivo hasta que no quede señal ni símbolo de identidad en la que nos podamos reconocer. Tienen todo a su favor, anestesiado el pueblo, ocupado el poder, y los “bárbaros”* esperando su turno.
A no ser que…
* Bárbaros: aquellos que, viniendo de fuera de las fronteras de Europa, no tienen ninguna intención de integrarse en nuestra cultura y modelo de sociedad.