Cada vez hay más voces que tratan de amordazar, callar, censurar y criminalizar toda aquella expresión escrita o verbal que no se ajuste al pensamiento políticamente correcto creado por la izquierda europea, es decir por la socialdemocracia o la progresía. Han conseguido generar una dictadura mental basada en sus principios, y a partir de ahí de lo que se puede decir y de lo que no. Todos los ciudadanos estamos atenazados y amordazados por sus criterios, de tal manera que el debate libre queda completamente imposibilitado, nos hemos dejado amedrantar por la persistente insistencia de sus adalides y hemos acabado atrapados en su trampa.
Estoy de acuerdo, por principios éticos, en que hay temas que no deben permitirse en una sociedad supuestamente libre o democrática como por ejemplo cualquier llamada al uso de la violencia o la criminalización generalizada de determinados colectivos. Ambas cosas son peligrosas y fundamentalmente injustas. Pero a partir de ahí la libre expresión debe prevalecer. Y eso sirve tanto para postulados de izquierdas, de derechas o de cualquier ideología alternativa que surja como respuesta al statu quo actual.
Por tanto no solo hay que defender expresar lo que uno piensa libremente, sino que también hay que hacerlo con el pensamiento contrario a uno, para que verdaderamente se produzca un debate maduro en la sociedad.
He de añadir también que, curiosamente, aquellos que se denominan antisistema, o los seguidores de Hessel, el escritor de “Indignaos”, así como todos los que han salido en contra del Papa en Madrid, son, sin lugar a dudas, los grandes defensores de la dictadura del pensamiento que se erige sobre nuestra existencia en la actualidad.
Y ya saben cuáles son sus palabras claves: facha (simplemente porque apoyes un cierto orden social), racista o xenófobo (porque creas que la inmigración ilegal debe controlarse), machista (por ejemplo, porque estés en contra del aborto libre) u homófobo (porque a lo mejor consideres que lo lógico sería una ley de uniones civiles). Con ellas desarticulan o eso es lo que pretenden cualquier disidencia a su pensamiento ortodoxo. El problema que cometen los que no se someten a sus postulados es el de la permanente justificación, una vez a uno le llaman “facha”, y si no miren ustedes cualquier debate televisivo, el aludido tiene que empezar a defenderse, y el acusador ya ha obtenido su victoria moral.
Creo sinceramente que esto es un error porque lo que habría que hacer es pasar directamente al ataque verbal, y sin ningún tipo de complacencia. Veamos, algunos ejemplos, de cómo se puede acusar a la progresía cuando en sus artículos o en sus debates se posicionan desde esa altura ética de la que siempre han presumido:
- De crear un sistema pedagógico que ha generado un gran fracaso escolar
- De desestructurar, con sus leyes, a la familia, dejando a muchos jóvenes sin un padre o madre de referencia, y por tanto al consumo masivo de alcohol y drogas.
- De la pérdida de identidad de las naciones europeas, impidiendo tener un mínimo de referencia histórica a las nuevas generaciones
- Del relativismo moral que ha llevado a una gran parte de la juventud a la promiscuidad sexual y al aumento de embarazos no deseados
- De la pérdida del principio de autoridad que ha dejado sin límites, desorientados y desnortados a muchos jóvenes
- De la falta de responsabilidad laboral
- Del despilfarro económico generado por caprichos políticos
- Del hundimiento de muchas pequeñas y medianas empresas debido a políticas frívolas que las han herido de muerte
- Etcétera.
Podríamos seguir con muchos más ejemplos. En mi modesta opinión la socialdemocracia y la especulación financiera se han cargado a Europa, suena contundente y aparentemente reduccionista, pero un análisis a fondo podría llevarnos a esa conclusión.
Ahora pretenden, supongo que pronto lo van a hacer en España, antes de que este desastroso gobierno plegue definitivamente, crear una ley para delimitar más la libertad de expresión de tal manera que acaben imponiendo una dictadura de la que nos sea difícil salir, a no ser que optemos por rebelarnos. Y antes de que eso ocurra si deberíamos salir en manifestaciones masivas y pacíficas esa parte tan mayoritaria de la sociedad española que nos negamos a pensar lo que ellos desean imponernos.
Hemos de ser conscientes que nos jugamos mucho más de lo que creemos y que la libertad en democracia pasa por poder debatir sobre todo, de una manera abierta, libre y sin censuras. Si no reaccionamos a tiempo solo nos podremos mover en su tablero de juego y ahí siempre tendrán la partida ganada.