Carta abierta a un joven

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Me dirijo a ti, que tienes entre veinte y treinta años, y tus padres ni son ricos ni pertenecen a esa red de la progresía que se lleva todas las prebendas, becas y subvenciones del erario público. A ti, que eres una chica o un chico normal, de clase media o trabajadora, y que estás estudiando o trabajando, o ambas cosas a la vez. Si no haces ninguna de ambas entiendo que te automarginas o que vives en la desidia, y por tanto esta carta abierta no va para ti; sinceramente no me interesas como destinatario, a no ser que tengas algún problema real que justifique tu apatía.

Por supuesto, si eres de los que te pasas el día en el ordenador, viendo series, chateando, jugando u obsesionado por las redes sociales, la verdad es que no tengo nada que decirte: tú mismo te condenas a la degradación y al ostracismo.
Pero aquellos que os esforzáis por encontrar un trabajo o por formaros al nivel que sea, es posible os hayáis sentido identificados, de alguna manera, con todo el movimiento de los indignados y sus reivindicaciones, parte de las cuales son justas.
Pero tenemos un problema.
El problema es que Europa está en la más absoluta decadencia, especialmente todo el sur. El clima mediterráneo produce una cierta alegría de vivir que lleva a la escasa eficacia laboral y profesional, además de una tendencia exacerbada al individualismo extrovertido y a la liviandad. Es decir, como colectivo somos más bien mediocres, pero exigimos el Estado del bienestar de los industriosos alemanes, queremos todos los derechos con la mitad de sus deberes.
Y es que aquí todo el mundo monta empresa, aunque sea un restaurante al lado de otros cinco, en un pueblo de mil habitantes, pero hay muchas dificultades para innovar y fabricar lo innovado. Fijaos también en la mentalidad vacacional, en España la gente se le introduce el “chip chiringuito” en el cerebro desde el 1.º de junio hasta el 30 de septiembre, y por supuesto todo el mundo chapurrea el inglés pero muy pocos lo dominan, por no hablar de las trayectorias curriculares, absolutamente disparatadas que tiene una gran parte de la población joven.
Por tanto somos un país de tercera división sostenido por un turismo, básicamente, de borrachera y de capas populares europeas y hasta hace poco por lo que se venía a llamar “el ladrillo”, es decir construcciones a troche y moche sin el más mínimo criterio urbanístico o estético, prueba de ello es parte de la costa levantina.
¿Qué podemos exigir a nuestros gobiernos? El tontito actual que gobierna ha querido hacer de España una Holanda, no siendo consciente de que en este país todavía hay aldeanos que se desplazan en burro, y que universitarios hay centenares de miles, pero profesionales especializados y empresarios innovadores muy poquitos. En lo único que nos ha acercado a dicho país es en la inmigración ilegal, y ahí sí que pronto seremos punteros.
También es cierto que se podrían grabar las rentas de los capitales más altos, y poner un impuesto especial a la banca y subir impuestos. De acuerdo, y ¿qué van a hacer las grandes empresas o los medianos empresarios? Deslocalizarse, sin duda. Entonces, para evitarlo ¿nos cerramos creando un proteccionismo fuerte a nuestros productos? Eso se lo podría permitir Alemania o Francia, quizás. Si nosotros hiciéramos eso acabaríamos en la más mísera pobreza. La transformación del capitalismo a través de una fuerte regulación debe ser mundial, porque si es local, o por áreas, el capital se desplaza y sobre todo a los países emergentes, donde la mano de obra es cualificada y barata, y los impuestos muy bajos.
Lo tenemos muy difícil, y para salir de esta situación se requiere un esfuerzo colectivo importante, recuperar el patriotismo, la solidaridad y efectuar una política austera y sobria en todo lo que se refiere a despilfarro, protegiendo la sanidad pública, la educación de calidad y las pensiones de jubilación. A la progresía cortesana lo mejor que les podría pasar es que apareciera algún Robespierre que les gestionara sus demandas en la plaza pública, ya me entendéis.
Hay que volver a recuperar los principios de autoridad en todos los ámbitos, hay que delimitar claramente cuáles son las prioridades y cuáles las frivolidades, y a nivel individual deberías esforzarte al máximo, más allá del calorcito o de la novia o del novio (a ver si empezamos a ser un poquito más racionales en esto del amor, que también somos bastante tercermundistas y dados al culebrón). Es fundamental que si te estás preparando seas coherente y perseverante en tu trayectoria hasta conseguir la excelencia y que domines la lengua inglesa, escrita y hablada.
Y por último hemos de empezar a asociarnos y no solo para reivindicar, sino para crear, para innovar, para arriesgar, para invertir tiempo y esfuerzo en grupo.
Sólo así saldremos adelante.

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