Apuntan los sociólogos que el futuro de Occidente pasa por una sociedad psicopática con altos componentes narcisistas y nihilistas. Y estoy convencido de que de seguir así es lo que nos vamos a encontrar, sino estamos ya de pleno en ello. Será una sociedad estrambótica y divertida, por surrealista y dramática, donde los más avispados podrán hacer verdaderas fortunas. Tanto tonto suelto, egocéntrico y ensimismado, con una tolerancia a la frustración propia de un niño de tres años y buscando quimeras imaginarias que compensen el vacío total que acompañará sus vidas, va a dar para muchas existencias novelescas.
Y es que desde que los relativistas decidieron que el rol que desempeñamos en la vida viene marcado por la propia sociedad, la neurosis individual y social se ha disparado de manera contundente. Por poner un ejemplo reciente, leí hace unos días que una pareja había tenido un hijo y había decidido no decirles a los familiares de qué sexo era la criatura para que no le condicionaran con los regalos, especialmente con la ropa o el tipo de muñecos. Semejante gilipollez, cada vez más abundante, solo puede ser propia de una sociedad tarada, donde unos padres engreídos y esnobs -¿qué otra cosa es sino la progresía bajo esa falsa pátina de solidaridad?- quieren que su hijo decida qué ser sin condicionamiento alguno. Lo mismo el niño/a desea ser una berenjena de mayor, y claro, ¿cómo le vas a comprar algo que acabe contradiciendo sus inquietudes personales?
Lo que esos papás no saben es que el niño/a ya “es”, por mucho que ellos se empeñen en lo contrario. Y es que los constructos culturales, algo que insisten en derruir a través de la ya tan manida, y tan nombrada por mí, ingeniería social, no son condicionamientos artificiales, sino arquetipos, esencias atemporales que trascienden las culturas, las modas y las épocas.
Por tanto, la genética de un niño es diferente a la de una niña, -“ti pongas como ti pongas”-, y la constitución bioquímica también, y además se heredan una serie de características determinadas por tus ancestros que en interacción con el ambiente configuran un tipo determinado de personalidad y de carácter.
Pero, claro, están que trinan queriendo combatir esas diferencias, y con el tema de la igualdad se van a salir un día de quicio, y nos van a clonar a todos. De ahí que te encuentras con una sociedad con chicos y chicas, que tienen que moverse en unos parámetros de tolerancia que no hay logos que resista. Pongamos un ejemplo: un chico de unos dieciocho años tiene su primera novia, pero ella le dice que quiere salir los sábados por la noche con sus amigos, pero sin él, un día incluso tiene un desliz con otro chico y se lo cuenta al “novio”, pidiéndole que le perdone (la historia podría ser al revés, pero me apetece contarla así). La cuestión es: ¿cómo debe reaccionar él? Según el paradigma ideológico actual, lo primero que tiene que hacer es entender que pueda salir sin él, y lo segundo es comprender que un desliz lo puede tener cualquiera. Consecuencia: el chico aprende pronto que las relaciones son inestables y prefiere no comprometerse para no sufrir. Consecuencia siguiente: prefiere las relaciones sin compromiso y efímeras. Consecuencia para la sociedad…: imaginen esto a gran escala.
Como los “intelectualoides” que están ayudando a destruir Europa con su pedagogía de tres al cuarto están obsesionados con eliminar la naturaleza esencial de las personas -que se compone, como dijo la Dra. Kübler-Ross, de cuatro partes: física, emocional, intelectual y espiritual, para convertirlo todo en mera racionalidad dialogante, es decir, en individuos inhibidos y tolerantes-, tienen que articular mecanismos de inmersión educativa para conseguirlo. Por suerte, a los varones les siguen gustando las películas de acción y tiros, y a las chicas las comedias románticas, aunque se acompañen mutuamente al cine, como es lógico.
En todo caso, por mucho que se empeñen en diluir el temperamento propio de cada sexo, y los hábitos que por naturaleza les acompañan, no lo conseguirán. Porque la igualdad consiste en que tanto un hombre como una mujer tengan las mismas posibilidades en la vida, y que sus méritos personales sean los que les lleven a una posición u otra, y no haya ningún tipo de discriminación, por supuesto, pero nunca un hombre será una buena madre, ni una mujer un buen padre. Podrán intentarlo si no les queda más remedio, y algunos a base de esfuerzo, y por las circunstancias de la vida se acercarán a conseguirlo, pero no es su naturaleza, ni lo será.
Y la promiscuidad irracional y obligatoriamente tolerada, por ambos sexos, que se ha expandido en los últimos tiempos pasará una factura muy alta a la sociedad, pero especialmente a las mujeres, porque los hombres se están acostumbrando a saber que hay mucha disponibilidad, tanta, tanta, que ¿para qué comprometerse con una mujer y con unos hijos, con el esfuerzo que supone?
Sigan insistiendo con los constructos culturales, y ya verán qué futuro más maravilloso nos aguarda. Las clínicas de cirugía estética no darán abasto. Porque hay algo que es una realidad, y es que Harrison Ford, con 69 años aún aparece en las listas de los hombres más atractivos para las mujeres. ¿Sale alguna fémina con esa edad? ¿Quién sale perdiendo ante todo esto? ¡Chicas, prepárense para retocarse eternamente! Y es que la ruptura de los roles esenciales, de los arquetipos, de cada sexo, tiene estas cosas: mucha libertad al principio, mucha soledad después.
Pero reírnos nos reiremos, no se preocupen: el melodrama surrealista está garantizado. Todo será tan efímero, autoplacentero y egocéntrico, que la vida de las personas se desestabilizará hasta grados insoportables. Y por supuesto, todo eso acompañado con manifestaciones de solidaridad permanentes, convocadas por facebook, con lo primero que se tercie, ya sean las víctimas de un maremoto o los criadores finlandeses de conejo biológico, en algo habrá que estar. Ya que el “ser” estará que no sabrá -como decía mi madre, que en paz descanse-, si coger criada o ponerse a servir.