La explotación laboral de los trabajadores

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Por una vez voy a dejar a la progresía en paz, de modo que puedan seguir, tranquilamente, carcomiendo los pilares de la sociedad, al tiempo que reciben subvenciones o se plantean la posibilidad de obligar a las monjas católicas a ir descubiertas dentro de edificios públicos, incluidos sus conventos.

Hoy me gustaría escribir sobre un hecho evidente en nuestro territorio y del que los sindicatos, liderados por dos adalides de lo políticamente correcto, nunca se ocupan, y es de la explotación laboral que sufren muchos trabajadores.
Empresarialmente hablando este sigue siendo un país de paletos, casposos, rancios y puteros con actitudes caciquiles. No digo ni mucho menos que todos los empresarios de pymes (yo también tengo una muy pequeñita), y a ellos me refiero especialmente, sean así, pero sí queda un tanto por cien aún elevadito de propietarios que consideran a sus trabajadores poco menos que esclavos a su servicio, y más ahora con los tiempos que corren.
Ya saben que estoy a favor de la iniciativa privada, de la libertad de empresa, de la economía social de mercado, y de que lo público solo debe estar allí donde no llega lo privado, pero de eso a lo que ocurre en la actualidad hay una gran distancia.
Por ejemplo, las horas extras, en España, las horas extras, en miles de empresas, se deben hacer sin retribución. ¿Por qué? Porque el jefe tiene que pagarse el barco, o comprarlo más grande, o enviar a sus retoños a estudiar a Irlanda un curso, eso si las cosas van bien, y si la empresa está en crisis, hay que hacerlas para salvarla. Y sobre todo porque si no las haces sin cobrar te pueden despedir.
Los riesgos laborales, por otra parte, no dejan de ser un eufemismo, aquí se trata fundamentalmente de “tener cuidado” porque equipo lo que se dice equipo o protección va a ser difícil que lo consiga el trabajador, básicamente porque es muy caro y la empresa no se puede permitir esos caprichillos. Por tanto da lo mismo donde uno trabaje, ya sea en una fosa séptica o en el pico de una grúa, con “cuidadín” va que arde el operario.
Y los turnos laborales, eso ya es de fábrica de Corea del Norte, ¿por qué narices tiene la gente que estar siempre cambiando de turno? Debería ser algo voluntario, digo yo, porque de la otra manera es casi imposible poder desarrollar una alternativa profesional o laboral valida. Y ¿no necesitamos que la gente se recicle? ¿Dónde se van a colocar los cientos de miles de parados que hay y que vendrán y que están en un nivel de formación profesional o técnica propios de “Mortadelo y Filemón”?
Esta sociedad carpetovetónica empresarialmente hablando tiene la suerte de que la mayoría de los ciudadanos de este país, pasada la treintena se conforman con unas cañitas, unas tapas y el fútbol, y los más jóvenes están enganchados a los porros, la coca o el botellón, y con la autoestima dando palmas en el inframundo.
Por tanto no sólo se trata de que el soberbio iluminado que ejerce de presidente se largue ya de una vez y libere al país de tanta estulticia, sino que la clase empresarial empiece a tener como referente a Francia, Reino Unido o Alemania, y entiendan que una empresa no funciona exclusivamente con testosterona y paternalismo, sino con raciocinio, inteligencia, empatía social y quizás algún MBA en la dirección, en lugar del hijo del dueño, que lo máximo que sabe hacer, en muchas ocasiones, es cascar nueces con el culo, literalmente hablando.

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