Por una revolución democrática en Europa (y III)

El procedimiento

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Una vez que la persona con capacidad de liderazgo decida actuar deberá tener en cuenta algunos aspectos fundamentales. En primer lugar tiene que entender que, a estas alturas de la evolución de la especie humana, el noventa por ciento de los políticos sirven principalmente a su ego o a sus intereses personales. Eso no significa que estén fuera de la ley. Simplemente utilizan la ley adornada de discurso demagógico para su promoción personal o familiar a uno u otro nivel.

Hemos de entender que el cerebro mamífero y reptiliano, es decir, el cerebelo predomina en las interacciones sociales atribuyendo a las categorías de jerarquía, dominio y territorialidad mucha más fuerza que a la razón, siendo esta, en la mayoría de ocasiones, simple gestora del instinto.
Los políticos de derecha, normalmente situados en un estatus social y económico más elevado que el resto pretenderán que la legislación favorezca la permanencia en ese estatus, pero sus reglas de juego al ser más abiertas permitirán, como contrapartida, una mayor permeabilidad social. En realidad el lema sería “no importa que otros prosperen siempre y cuando nosotros no descendamos”.
Los progresistas son mucho más peligrosos porque solo tienen la política para alcanzar un estatus socio-económico mayor y funcionan en forma de tejido de araña. Crean un colectivo de intereses en el que participan ellos y sus cortesanos, normalmente gente de la cultura afín, profesionales vinculados a la empresa pública o empresas privadas que se financian exclusivamente a través de la concesión de obras públicas. Es un mundo cerrado. Por ejemplo en Cataluña el Partido Socialista liderado por un sector “búnker” de hijos de inmigrantes del resto de España llegados en los años sesenta está conectado socialmente con los hijos de la alta burguesía progresista barcelonesa, y mutuamente se retroalimentan creando un coto privado de difícil acceso para cualquier extraño. Constituyen una especie de secta transparente donde todo parece abierto y en realidad no hay ni una sola fisura por la que alguien pueda colarse.
Por tanto la progresía necesita el poder para poder escalar socialmente, y normalmente son capaces de crear todo tipo de acciones para conseguirlo. Y ¿qué mejor que vincularse con la burguesía progresista no productiva, aquella que sin el favor de este sector político descendería en la pirámide social?
Por lo tanto lo primero que deberá saber aquel que entre en el mundo de los políticos profesionales es que cada cual más allá del discurso al que se adscriba tiene intereses muy personales que defender.
Norma 1. No asustar a las ovejas, hay que parecer una más de ellas.
 
De entrada es mejor entrar a formar parte de un gran partido nacional, a no ser que se cuente con los medios sociales y económicos suficientes para lanzarse a la aventura de crear una organización propia. Pero es preferible lo primero, de esta manera se podrá comprobar dos cosas básicas: la mezquindad de la política y el odio visceral que se profesan muchos miembros de un mismo partido. Es importante conocer todo ese mundo por dentro porque eso permitirá después tener recursos, conocimientos y argumentos para saber qué, cómo y cuándo hay que actuar.
Por tanto:
Norma 2. Entrar a formar parte de uno de los grandes rebaños de ovejas y divertirse, mientras se aprende, observando, analizando y sacando conclusiones.
Es evidente que el “establishment” no solo lo conforman los políticos y sus protegidos, sino también la mayor parte de los medios de comunicación, que lo único que esperan de cualquiera que entre en el mundo de la “rex publica” es que diga lo mismo que han dicho todos los demás pero con matices diferentes. Los medios solo darán voz a aquel que no diga nada políticamente incorrecto pero que lo haga con un tono diferente, si puede ser cercano al de los programas del corazón.
De ahí:
Norma 3. De entrada hay que decir casi lo mismo que todas las demás ovejas añadiendo algún matiz y con estilo propio. Eso concentrará la atención de los medios y servirá como modo gratuito de promoción.
Una vez adquirida una dosis de popularidad notable y respetable puede empezar el discurso auténtico, real y alejado de los intereses partidistas. Es imprescindible que el contenido ideológico conecte con las necesidades y sentir del pueblo y los representantes de los estamentos tradicionales del país. Es preferible y oportuno que el mensaje sea claro, conciso y directo, sin fisuras ni ambigüedades y que se aproveche la mejor circunstancia para lanzarlo. Si cala en el alma colectiva no habrá vuelta atrás, pero si se falla en el intento toda la red de intereses sectarios acallará esa voz.
Por ello:
Norma 4. Una vez llegado el momento hay que lanzar el mensaje con claridad, decisión y contundencia.
Después se hace necesario de modo impecable continuar con el mismo mensaje de una manera monocorde, firme y sin cambalaches negociadores. Permanecer hasta que llegue a todas las mentes receptivas de una sociedad. Se ha creado una diferenciación y hay que permanecer en ella sin establecer ningún tipo de pacto a la baja.
Entonces:
Norma 5. El mensaje debe permanecer incólume aunque sea explicado una y mil veces.
No se debe temer a las consecuencias del mensaje. Si es honesto, auténtico, reestructurador y no viene cargado de odio sino de buena voluntad, pase lo que pase será para el bien de la sociedad que lo reciba. Los ciudadanos, el pueblo, ya se encargará de hacer lo que crea conveniente.
Por tanto:
Norma 6. No hay que temer las consecuencias.
Y por último a veces no se dan transformaciones inmediatas en las sociedades pero el espíritu y el cerebro de la gente está preparado para generar un punto de inflexión en el momento adecuado. De ahí que no haya que tener necesariamente prisa se trata de ahondar en la idea hasta que esta sea lo suficientemente fuerte como para derribar muros antes inexpugnables.
Así que:
Norma 7. Lo importante es que el mensaje germine en el pueblo y esperar a que madure para que se produzca el cambio.
Todo lo escrito en este artículo está inspirado por profundas convicciones democráticas y con la única pretensión de transformar un sistema degenerado por una casta mayoritaria, salvo honrosas excepciones, de políticos expertos en el trapicheo y en la ingeniería social que con sus formas de gobernar llevan a la quiebra a toda una civilización y a sus naciones traicionando el espíritu y el alma de un continente. Y que nadie se confunda, mis referentes no los encontrarán en ningún –ismo extremista sino en aquellos que un día hicieron grande nuestra tradición institucional, gentes, por ejemplo, como Churchill o como De Gaulle.

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