Al escuchar parte del discurso del simplísimo idealista que nos gobierna, un discurso donde además de las consabidas medidas para reducir el déficit económico latía el dolor por tener que sacrificar a un sector de la población por culpa de aquellos malvados aprovechados y sin escrúpulos que rigen el capitalismo financiero internacional.
No sé hasta dónde llegará mi conocimiento del ser humano pero hay un punto que quizás sí me atrevo a presuponer y es que la bondad, la maldad, la inteligencia o la estupidez entre otros factores no pertenecen a un solo sector, grupo o clase social. Es decir hay pobres de buena voluntad y los hay maliciosos, hay ricos empresarios preocupados por sus empleados y otros sin escrúpulos, hay obreros retorcidos y obreros solidarios, a igual que hay inversores bursátiles filantrópicos y otros miserables.
Igual pasa con los viejos, o con los niños. Los viejos no son más sabios por ser viejos, son “más” lo que eran de jóvenes, si era pesado, con la edad es insoportable y si era lúcido puede ser un anciano que transmita paz y serenidad a las generaciones posteriores. Los niños, a su vez, pueden ser adorables o insufribles, tiernos o repelentes,… y suma y sigue.
A mí siempre me ha parecido una señal de escasa inteligencia la categorización por sectores. Hay que ser memo para tener una visión idílica del “pueblo”, de la misma forma que hay que serlo para considerar que las clases pudientes lo son debido a la formación de un carácter especial que les ubica, sí o sí, en la cúspide de la pirámide social.
Al fin y al cabo cada individuo es hijo de su padre y de su madre, y está el funcionario consciente, responsable y trabajador y está el que sólo hace culo hasta el punto de fusionarse con la silla.
De ahí la memez del “tontuno” que pretendiendo equilibrar esta España deshilachada y dar a los pobres parte de lo de los ricos, ha dejado a todos más pobres y sin crédito ni personal ni social ni estatal. No hay como poner a un demagogo al frente de algo para que lo deje hecho harapos.
Ya saben que nunca me he creído el “buenismo” que no es más que una dictadura histérica presentada con formas postmodernas, y a los bienintencionados de salón que lo practican y que marcan el ambiente de lo que se debe decir o no, y cuándo y cómo, siempre les he considerado rabiosos anti-sistema ocultos bajo la máscara del progresismo.
El “buenismo”, al igual que el burdo idealismo, empieza a descubrirse como la lacra que desmonta España y Europa. Pronto empezaremos a dejar de vivir en un jardín de infancia subvencionado por el lelo socialista y habrá que ponerse manos a la obra para rehacer lo que el niño ha destrozado.
Pero no se preocupen porque cuando este caiga porque pierda en las urnas o porque el país, -la nación y el diario-, ya no aguante más, el pesoe hará candidata a la chica que habla desde el corazón a las tropas españolas en Afganistán, y dado nuestro nivel de madurez social es probable que nos acabe presidiendo.
Y es que esto no es Alemania, ni Gran Bretaña, ni Francia, este es el país de las tapas, los chiringuitos y los “estatuts”.