Hace ya algunos años, quizás décadas, Manuel Fraga hablaba de "mayoría natural", concepto con el que se refería al sector sociológico de talante normativo y tolerante, aunque conservador, que constituía el grueso de la población española. Con ello pretendía que el centro derecha y la derecha ganasen unas elecciones democráticas. Algo que no sucedió hasta la llegada de Aznar al poder.
En estos momentos la sociedad se ha hecho mucho más compleja, y aunque es posible que los sectores más ultraconservadores pretendan una nueva mayoría sociológica, ésa, tal y como la entendía Fraga, es algo que ya no existe ni existirá.
Pero mientras tanto España como Europa corren un serio peligro. Estamos en un proceso de decadencia económica, social y cultural. Los ataques contra nuestras instituciones son imparables, -ahora le toca al Papa y a la Iglesia Católica-, no tardarán mucho en ir contra las monarquías que quedan, al tiempo que la sociedad se multiculturaliza y otras religiones foráneas cobran fuerza y presencia pública con el apoyo de la izquierda, y además, por desgracia diferentes territorios de nuestro continente están a la greña de forma permanente, llegando a veces al odio mal disimulado.
Nuestros gobernantes son ínfimos, no hace falta mencionar al nuestro que es pésimo, o a un Sarkozy que parece tener el don de la ubicuidad y que después de vencer las presidenciales y las generales aglutinando todo el voto de la derecha se alza en nuevo monarca y en un acto de generosidad elige ministros y cargos socialistas, magna estupidez estratégica que ignora supinamente a los que le votan y para qué le votan, así le ha ido recientemente. La cuestión es que solo tenemos a la racional Merkel y al irracional Berlusconi salvaguardando este trozo de tierra en derrumbe. Merkel a la que ya he defendido en algún otro artículo es demasiado sensata para salirse del oficialismo y Berlusconi, mucho más atrevido e imprevisible, siempre está en el filo de la navaja.
La nueva mayoría debería contar con un amplio espectro social que implicase a todos los sectores, y cuyo objetivo fundamental sería la preservación de la identidad cultural de Europa, promulgando leyes que defiendan y conserven todos los elementos que forman parte de ella, desde los cívicos a los políticos, pasando por los religiosos.
Este sector no solo debería incluir a la “mayoría natural” tradicional, sino a nuevos segmentos como:
· Personas de cualquier raza y procedencia, legalmente establecidas en territorio europeo y que se identifican y defienden los valores propios de nuestra civilización.
· Mujeres feministas que defienden la total igualdad social y profesional de ambos sexos, pero que respetan las diferencias biológicas entre ambos, creen en la estabilidad familiar, no pretenden mermar la identidad masculina y conciben el aborto única y exclusivamente como un acto “in extremis” y sólo para determinados casos.
· Personas de orientación homosexual que deciden vivir su tendencia en total plenitud, pero que apoyan una sociedad ordenada y sólida ante cualquier intento de subvertirla ya sea a través de una actitud transgresora o rupturista.
· Personas de ideología progresista que entienden que el progresismo no está vinculado ni a laxitud, ni a caos, ni está reñido con la defensa firme y férrea de nuestros valores y nuestra cultura.
Es probable que esto no sea entendido por el sector más ultra de la población, pero insisto e insistiré: no se trata de que haya un cinco por ciento dispuesto a dejarse la piel, se trata de conseguir un mínimo de un cincuenta por ciento para poder regenerar nuestra sociedad, la occidental.
La democracia tiene que ser más participativa, directa y representativa. Las instituciones sociales incuestionables y la identidad propia innegociable.
Mientras no seamos una gran mayoría social seguiremos imparables por el camino de la zafiedad, el infantilismo, la desestructuración y la pérdida de nuestros referentes tradicionales.
Esto será tierra yerma llena de gente sin alma y sin espíritu. Terreno libre para cualquiera que desee conquistarlo de una u otra forma.
Por ello, o hay amplitud de miras y sumamos o no hay nada que hacer.