Mi anterior artículo, “Cómo destruir una civilización-Guía práctica”, pareció suscitar cierto grado de acuerdo entre los lectores de elmanifiesto.com que se decidieron a escribir un comentario, pero ese grado de acuerdo sobre una gran parte del texto se transformó en controversia llegado el último párrafo.
He decidido seguir ahondando en lo que escribí, porque ahí está la clave real de un posible cambio de sociedad. Éste fue el texto: “Por último, es cierto que nuestra identidad cultural colectiva y nuestra tradición deben evolucionar y en ella ya no puede haber lugar ni para el racismo ni para la homofobia ni para ningún tipo de discriminación hacia la mujer, pero es necesario volver a recuperar esa identidad, regenerarla, elevarla y darle total y absoluta prioridad”.
Sin ánimo de polémica, pero con la intención de suscitar cierta reflexión en los lectores, quisiera plantear algunas cuestiones:
1. Europa está en un proceso de demolición cultural causada fundamentalmente por dos hechos: el pensamiento políticamente correcto derivado del relativismo y un laicismo beligerante que manipula los conceptos esenciales de lo humano adaptándolos a lo que la “progresía” considera que debe ser la nueva realidad.
2. Europa ha sufrido durante el pasado siglo dos terribles guerras mundiales más la presencia de dos regímenes totalitarios y criminales: el comunismo y el nazismo.
3. En Europa viven en estos momentos cientos de miles de personas de otras razas, una parte de ellos provenientes de otras culturas.
4. En Europa se han producido avances significativos, a diferencia de otros lugares del mundo, en la igualdad entre hombres y mujeres y en el respeto hacia las minorías, entre las que se incluye el colectivo homosexual.
5. La sociedad ha avanzado tecnológicamente y los medios de comunicación se han vuelto masivos y llegan a una gran parte de los hogares.
Planteado esto me gustaría hacer algunas preguntas:
· ¿Estamos por un cambio del modelo de sociedad que se produzca a través del odio, la discriminación y la violencia? O ¿estamos por un modelo de sociedad que recupere nuestra identidad cultural, nuestras tradiciones y un espíritu colectivo que vaya más allá del mercadeo y de la individualidad alienante, y que acepte a todas aquellas personas que quieran hacer un esfuerzo de integración, sea cual sea su raza, su género o su condición sexual?
· ¿Queremos contar con el apoyo del cinco por ciento de la población o con el del cincuenta por ciento en ese proceso de cambio?
· ¿Deseamos mirar hacia el futuro, hacia la Europa del siglo XXI, o hacia la España o la Europa de los cuarenta?
· ¿Podemos, por ejemplo, defender la familia tradicional sin que ello suponga el desprecio hacia otros sectores de la población?
· ¿Podemos, por ejemplo, defender la vida sin que eso suponga entender que en determinadas y específicas circunstancias una mujer puede tener derecho a abortar?
· ¿Podemos aceptar que el color de la piel no es determinante para ser un ciudadano europeo plenamente integrado que comparte una misma cosmovisión?
Quien no entienda estas premisas podrá crear su propio ideal de sociedad, pero se alejará de la verdadera posibilidad de promover un cambio auténtico en la realidad, y mientras tanto la progresía seguirá deteriorando el territorio lenta y subrepticiamente.
Para regenerar nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestro espíritu, nuestra civilización es necesaria una gran mayoría de la población que lo desee, que lo necesite. Y para ello es importante crear un espacio donde todo el mundo quepa, cada uno en su sitio, pero sin juicios apriorísticos.
Entre otras cosas porque todo aquello que se pretenda que sea perdurable es imprescindible basarlo en cuatro aspectos: equilibrio, rigor, firmeza y buena voluntad.