España desde el advenimiento de la democracia ha tenido cinco presidentes del gobierno. El primero de ellos, Adolfo Suárez, fue un hábil estratega que consiguió una transición ejemplar, Calvo Sotelo un hombre sobrio y honesto y que sirvió de puente calmo. Felipe González, al que se le podría calificar de estadista en política exterior y que introdujo nuevas cotas de libertad en una sociedad todavía demasiado arcaica, gestionó mal bastantes asuntos internos. Y a Aznar le perdió su soberbia y la errónea participación en la guerra de Irak, todo iba junto, pero fue impecable en los temas de política interior, incluida la economía.
Y ahora tenemos al inepto.
Esto es lo más lamentable que le puede suceder a un país. ¿Qué grado de puerilidad y de degradación social lleva a una nación a elegir a un presidente como el actual? ¿Cómo hemos podido perder el norte de una forma tan evidente?
Cierto es que Aznar levantó las iras de un sector de la población al que cualquier asomo de flema, firmeza o arrogancia les produce pavor, todo tiene que ser hecho como si viviéramos en un jardín de infancia, y el presidente no puede generar miedo a los niños. Las formas para determinada izquierda son muy importantes, un político puede tener la capacidad intelectual de una lechuga, pero si se muestra simpático, flexible, un poquito ñoño y no produce inquietud, seguro que ya tiene ganada a una buena parte de la población.
Como además el pensamiento débil (¡qué grandeza la de Gianni Vattimo y su estupenda aportación teórica para fomentar y consolidar la caída de Occidente!), el relativismo, la apatía y el hedonismo más estúpido se han ido instalando en la mente de los que deambulan por el territorio nacional, un tontín con buenas dosis de demagogia, de alejamiento de la realidad y con un pensamiento dicotómico, --como ya expliqué en un artículo anterior—, basado en buenos y malos, es su mejor representante, y como además le da un aire de trascendencia y dignidad, consigue que la estupidez se presente de forma sublime.
Además hay que tener en cuenta los intereses de determinados grupos sociales y económicos muy poderosos que pretenden demoler cualquier rastro de identidad colectiva, de moral predominante, de arraigo a la tradición o de diferenciación entre individuos, con el objetivo de tener psiques desorientadas a las que poder seducir mediante un erotismo degradante (por zafio, vulgar y antiestético) y un consumo compulsivo.
Después está la historia de la guerra civil, que como todos ustedes sabrán no fue una contienda entre nacionales y republicanos, no, fue una contienda entre buenos y malos. Los buenos eran unos, elijan, y los malos eran los otros. Pues una gran parte de la población añeja, y algunos de sus inalterables descendientes, todavía vota en función de los bandos de la guerra, y claro, Rajoy representa a los nacionales y el inepto a los rojos. El problema es que Rajoy, cuyo abuelo además participó en la redacción del primer estatuto gallego, tiene muy poco o nada que ver con aquel bando, mientras que el inepto sí se siente continuador de aquella tradición, que además considera inacabada. Él sí conecta con uno de los bandos de la contienda, los de la Internacional. Por cierto, ¿han visto con que energía la cantan él y sus piji-huestes? Da la impresión que una vez finalizada la música haya que cambiarles los pañales.
Otros de los sectores que han permitido la llegada del inepto al poder es ese movimiento social, que tan bien atizan González y Guerra en los mítines, y que en Cataluña ha llevado a Montilla al frente de la Generalitat, y al que podríamos llamar folklórico-festivalero. Esta parte de la población, muy numerosa por cierto, a poco que les pongas tres o cuatro mil pinchos de tortilla, música bailable y dos o tres arengas político-verbeneras ya los tienes votando en legión y como un solo hombre el día de las elecciones. Para este sector Rajoy representa la extrema derecha más dictatorial heredera del franquismo, etc., etc., etc. Y no hay quien les mueva de ahí, aunque toda la familia esté en el paro, tengan un hijo drogadicto, y la escuela sea un lugar de recogida de los niños. No importa, en bloque erre que erre.
Y luego está el sector de los subvencionados: politiquitos, amiguitos, fundaciones y asociaciones de los amiguitos, comisiones de politiquitos y amiguitos, y llegará un momento que sea tan numeroso que los dos tercios de la población restante: trabajadores, autónomos y empresarios, tendremos que trabajar para mantenerlos. Ese sector también vota en bloque al inepto o a los acólitos del inepto, no sea que algún día tuvieran que ponerse a trabajar.
Supongo que se les ocurrirán muchas más razones por las que alguien de esta categoría haya llegado a gobernarnos: podríamos añadir quince o veinte más. En todo caso, como no parará hasta que todo se caiga a pedazos, es mejor que nos lo tomemos con calma, o no.