Si al menos se quedaran en el zoo...
Decía Carl Gustav Jung que el proceso de civilización consistía en la domesticación de lo animal en el hombre. Sabemos que para la buena organización de un organismo humano en su interacción tanto interna como con el mundo externo es necesario que la razón, el logos, predomine sobre el sistema nervioso vegetativo para que pueda regularlo, y que además este logos integre, y canalice sin reprimir, los elementos primitivos que subyacen en nosotros, y al mismo tiempo sea imbuido por un espíritu superior y trascendente, proveniente este último ya de una concepción religiosa o de la creencia-sapiencia en un componente sagrado que participa de la esencia de lo humano.
La cuestión es que toda persona que busque el equilibrio interno tiene, necesariamente, que pasar por este proceso que implica varias condiciones: la primera, encontrar un sentido a su existencia; la segunda, aceptar, integrar y canalizar los elementos instintivos y primarios de su herencia filogenética, y en tercer lugar desarrollar estrategias adecuadas para la supervivencia y prosperidad bio-psico-social en el medio ambiente en el que viva.
Si un individuo se deja llevar exclusivamente por la reactividad que le producen los objetos del mundo externo y su única preocupación es desarrollar una estrategia intelectiva dirigida a adquirir y alcanzar dichos objetos o sensaciones estimulantes, está transgrediendo por completo el sistema de equilibrio interno. En este caso, el sistema nervioso vegetativo estaría al frente del organismo, y la razón o logos, sería su humilde servidor, obviando por completo todo elemento trascendente. Estaríamos ante la organización constitutiva de un mono espabilado.
¿Cuál es el problema de convertirse en un mono espabilado? A nivel individual, existen varios, el primero de los cuales es el ansia. La reactividad ante los estímulos externos es un pozo sin fondo. El cerebro se va habituando y sus niveles de insatisfacción se incrementan, de modo que las estratagemas para alcanzar los cachivaches deseados, ya sean en forma de aparato tecnológico, coche o cutis espléndido, se convierten en fuente de estrés, y, posteriormente, cuando a base de fracasos se llega a constatar que no se puede alcanzar todo lo que se quiere, se convierten en fuente de frustración. Otro problema es la angustia, donde ya se añade un componente emocional. El tiempo perdido en el desarrollo de argucias para llegar con “el palo al plátano” ha impedido un crecimiento de índole superior y se han obviado todos los aspectos que hacen de un primate evolucionado, como el despliegue de una conciencia no egotista ni egocéntrica, un ser humano. De ahí que la angustia se instale en la vida de tantas y tantas personas, sin un sentido existencial y con un sentimiento casi permanente de frustración.
La cuestión es que vivimos en una sociedad donde cada vez son más abundantes los monos espabilados: el hecho de creerse el “tú puedes” desde pequeñitos tiene estas terribles consecuencias.
Seré breve y escueto describiendo ejemplos significativos de lo que hoy serían actitudes propias de este nivel de involución: padres infantiloides educando a niños tiránicos, profesores amenazados y estresados desprovistos de toda autoridad, divorcios exprés, colas en los centros públicos donde se expiden píldoras abortivas del “día después”, inmensas colas para castings de todo tipo, “arte” que es “no arte”, becerros de oro cantarines y danzarines convertidos en semidioses, huidas histéricas hacia no se sabe dónde en puentes y festivos, aumento considerable de jóvenes consumidores de drogas, alimentación compulsiva, obsesión por el cuerpo, demolición de todos los signos de identidad cultural (en ocasiones con la colaboración de ciertos gobiernos), turismo de masas sin criterio (“¡yo he estado!”, “¡yo he estado!”), indulgencia y tolerancia ante delitos graves, destrucción ecológica, consumo irresponsable, desprecio y aislamiento de la ancianidad, griterío, mala educación, falta de sentido ético y estético, capitalismo salvaje, clase media superficial, obrerismo pueril, vanidad y narcisismo insustanciales cada vez más extendidos y consumo, consumo, consumo… Pura decadencia.
Bien, vivimos en este modelo de sociedad. Y… ¿quién le pone el cascabel al gato?
Los monos espabilados votan y ¿a quién? Muy sencillo, al más espabilado de los monos, aquel que les prometa extender más y más de lo mismo, que traducido es: “Haré todo lo que esté en mis manos para que no tengáis que utilizar ni un milígramo de conciencia en vuestra vida, y para ello voy a eliminar toda restricción que impida alcanzar vuestros deseos reactivos. No importa que tenga que destruir cualquier tradición, cualquier principio de autoridad, cualquier prevalencia de un sentido colectivo y comunitario, cualquier restricción ética o moral,… no os preocupéis, vuestro sistema nervioso vegetativo gobernado por el cerebelo campará a sus anchas, y no habrá nada ni nadie que se atreva a educaros mínimamente en un sentido superior de la existencia. Alcanzaréis el máximo esplendor como individuos. Y la libertad será vuestra para siempre”.
Según el diccionario de la Real Academia Española de la lengua, el cáncer es una “enfermedad neoplásica con transformación de las células, que proliferan de manera anormal e incontrolada”. Es decir, en el seno de un organismo vivo aparecen células que en lugar de seguir unas funciones determinadas, las que les correspondan, de repente y de forma autónoma empiezan a descontrolarse, a extenderse y a funcionar sin sentido. Es fácil entender el paralelismo.
Un tumor que no se para y extirpa a tiempo amenaza con derruir todo el organismo; el cual organismo, en el caso que nos ocupa, es la sociedad, el país, la nación, la civilización, el planeta, si me apuran.
Un inciso, ¿acaso no saben los defensores del ecologismo que es necesario, imprescindible, un mayor orden social para recuperar el equilibrio en la naturaleza? ¿Cuántos años creen que necesitarán los monos espabilados para salir del estado egotista y tomar conciencia de la destrucción masiva con la que maltratamos la tierra? ¿Un siglo, dos? Mientras, ¿permitimos que todo vaya corroyéndose tranquilamente?
A lo mejor tenemos que plantearnos muchas más cosas de las que nos cuestionamos en la actualidad; las prioridades pueden tener que cambiar, y aquello que hoy consideramos intocable como modelo de convivencia y sociedad podría tener que empezar a discutirse. Las sociedades libres requieren de individuos conscientes y responsables. Es por ello por lo que, sin mermar la libertad privada de los personas y sus múltiples y diferentes percepciones de la existencia, se hace necesario un mayor rigor en la ordenación del organismo social-ecológico que todos integramos, porque ya no se trata de ideología, ni de sistemas políticos, ni de religiones, se trata de socio-biología, de ética y de alcanzar un espíritu superior que trascienda este estado inferior de existencia por el que deambulamos. Porque una sociedad de monos espabilados no es una sociedad libre: es un tumor que crece sin freno.