La verdad es que cada vez que veo a Mariano Rajoy, líder de la oposición española, sentado en su escaño del congreso con cara de estar viendo una aparición de la Virgen y relamiéndose los labios me pregunto si llegará el día en que este buen hombre alcance la presidencia del gobierno. Ganas no le faltan y hasta es probable que fuera un buen presidente: sensato, ecuánime y sin sorpresas o improvisaciones socorridas. Seguramente gestionaría bien la economía y adoptaría una actitud prudente y ligeramente reformista en todos aquellos temas de índole social y autonómica que tan meneaditos tiene el gobierno actual.
El problema estriba en que a la mayoría de los suyos, la derecha y el centro derecha, les parece un insulso mojigato sin carisma, y la izquierda lo percibe como un hombre decimonónico, de rancio pensar y formas anodinas, representante de un pasado que pretenden superar para así poder llegar al máximo grado de atomización y bajeza del individuo.
La fortuna del señor Rajoy, y lo que quizá le acompañe al cargo deseado, es que tiene ante sí al peor gobierno de la democracia española, encabezado por un personaje, Zapatero, que temo considera que la labor que está haciendo, más allá del momento actual, es una labor histórica de regeneración y modernización de la sociedad, y que con su gobierno o con otro, la crisis pasará, y los cambios permanecerán. Y es que no entiende que toda crisis económica simboliza mucho más que una cuestión meramente crematística.
En todo caso podría ser que si las cosas siguen yendo tan mal como ahora, ZP ante la enorme posibilidad de perder unas elecciones, no fuera el candidato de su partido y ta-ta-ta-chán apareciera “una” candidata, ¿quizás la gran ministra de defensa Carme Chacón? En un país de adolescentes como el nuestro, una mujer embarazada pasando revista a hombres uniformados y en posición de firmes, tiene un punto de novedad histérica, que genera una gran atracción y devoción por todos aquellos fascinados por la última innovación de lo que sea.
La Chacón, que ya ha metido la pata en varias ocasiones, tiene el deber de hacernos creer que posee la suficiente firmeza y rigor como para no sólo convertir al ejército español en una sucursal internacional de las madres carmelitas, sino también para estar al quite en caso de que quieran invadirnos, por ejemplo, o poner paz en misiones internacionales de alto riesgo, a las que se acude por vergüenza internacional, porque de poder decir que no, no se iría.
Por tanto no es descartable un duelo entre Rajoy y Chacón, un político que suena de los tiempos de Pérez Galdós, y una política hueca, ambiciosa y oportunista (a diferencia de estadistas como Merkel, y ya no digamos como Thatcher), pero con tres ingredientes interesantes: es mujer, joven e ideológicamente tiene el contenido de un folleto publicitario, lo cual la convierte en “supermoderna” y “superactual”.
Me temo que ésta puede ser la sorpresa. Prepárese, señor Rajoy, porque ZP es mucho más taimado que usted, y además más malo, –cuestión de soberbia y venganza–, ya sabe. De seguir así puede que se quede con menos votos de los que debería para alcanzar la presidencia deseada. Trate de entusiasmar, aunque sea un poquito, porque con ese brío que luce algunos van a tener que entrar en estado de nirvana para poderle votar.