“¡Viva España!
Los hijos de Castilla
y los de Aragón
forjan su unión común
persiguiendo
la gloria de la patria
y la hermandad final
de los hombres en paz.
Busquemos siempre
la altura mayor
y elevemos a España
al cénit del honor.
Busquemos siempre
la altura mayor
y elevemos a España
al cénit del honor.”
Breve memoria justificativa
Existen varias maneras posibles de poner letra a un himno nacional. La forma que mejor sintoniza con la mentalidad posmoderna consiste en elegir unos términos neutros, políticamente correctos y desprovistos de carga poética, histórica y metafísica.
La letra que propongo se opone a esta tendencia:
-La referencia a Castilla y Aragón, aparte de su evidente poder evocador al matrimonio de los Reyes Católicos, quiere significar, simbólicamente, que España nace como la unión histórica de una serie de territorios que, compendiados en la fórmula bimembre “Castilla y Aragón” –no se puede nombrarlos a todos en el himno-, y sin menoscabo de su identidad cultural propia, reconocen su común pertenencia al proyecto histórico-espiritual de España.
-El verbo “forjar” alude a que esa unión siempre se realiza “por el fuego”: si, en el corazón de ese proyecto histórico que es España, no existe un fuego en el que las distintas idiosincrasias se funden y aúnan para crear una unidad superior, entonces las fuerzas centrífugas superarán necesariamente a las centrípetas y se iniciarán todo tipo de dinámicas disgregadoras.
-Esa unión se forja con vistas a dos objetivos relacionados entre sí: por un lado, la gloria o grandeza de España como patria; por otro, la reunión escatológica de la Humanidad en un estado final de paz y armonía. En último término, lo primero debe estar al servicio de lo segundo: esto impide que la Patria se convierta en un Absoluto, en un nuevo dios que no reconoce ninguna otra instancia de sentido por encima de ella misma.
-“Busquemos siempre la altura mayor…”: se esconde aquí una referencia implícita a una metafísica de carácter jerárquico: ni el ser humano en general, ni las naciones políticas en particular, nacen simplemente “para existir”, para desarrollarse como meros entes biológicos que, insertados en la matriz del tiempo, nacen, crecen y mueren. Toda creación humana –y una nación lo es- surge siempre con un “télos”, con una finalidad, que no puede consistir sino en la búsqueda constante del bien, la verdad y la justicia en todas sus manifestaciones. Cada vez que un ser humano, o una nación, se limita a perseguir sus propios intereses egoístas, defrauda su destino y alimenta un odio colectivo que convierte el mundo en un lugar en el que la violencia y el sufrimiento parecen constituir una realidad imposible de superar.
-“Y elevemos a España al cénit del honor”: el punto astronómico cenital, en el que culmina la órbita de un cuerpo celeste, es también el símbolo de “cumbre” o “centro” que constituye el inexcusable punto de referencia de todo el obrar humano, así como de cualquier entidad humana colectiva, como es una nación. Todas las civilizaciones tradicionales han concedido una importancia extraordinaria a la Estrella Polar como “centro del cielo”. El cénit, a su modo, hace referencia a esta noción de “centro”. Finalmente, el honor, lejos de ser una noción trasnochada, significa “dignidad, grandeza y valor”. El honor consiste en exigirse a sí mismo la nobleza que nos permite estar a la altura de lo que se tiene derecho a esperar de nosotros. Si renunciamos a esa exigencia, nos rebajamos a una existencia roma, desprovista de elevación y heroísmo: la existencia del “último hombre” nietzscheano. El hombre y la nación que no se olvidan de su honor se ven espoleados a trabajar por ser quienes deben llegar a ser.