Pilar Alegría, ministra de Educación [sic] del «Gobierno de la gente» y portavoz del PSOE («portavoza», diría ella), ha hablado alegremente de «ciertas manifestaciones que se "PRODUCIERON" [resic]» el 20-N.

El triunfo de la inclusión

Compartir en:

La primera acepción del verbo discriminar, según la Academia, es “seleccionar excluyendo”. Discriminar ha sido un hábito de la civilización occidental, una equivocada consecuencia, sin duda, de una Weltanschauung que está en el corazón del elitismo en las artes, las letras, las ciencias y también en el gobierno de las naciones europeas. Etapas tan tristes y dignas de ser olvidadas como las que vivió Europa entre 1400 y 1914 están llenas de discriminaciones: entre lo bello y lo feo, entre lo civilizado y lo bárbaro, entre lo cristiano y lo infiel, entre lo eficaz y lo inútil o entre lo racional y lo instintivo.  La horrible civilización de Occidente fue muy discriminatoria hasta después de 1945, cuando la socialdemocracia y el liberalismo angloyanqui nos convirtieron en el jardín, en el florido pensil, en el oasis de civilización que somos ahora. Nada que ver con los quinientos mal llamados años, como diría el séptimo de los Fernandos.

En el caso español, uno de los avances más significativos del último medio siglo ha sido la integración de la diversidad en el poder político; desde 1975 hasta el día de hoy son muchas las barreras que han caído, lo que permitió el acceso a las funciones de gobierno a colectivos para los que, en la larga noche del franquismo, ejercer una alta función pública habría resultado imposible. Ahora, como es evidente para todos, nadie se queda atrás.

Si nos fijamos en el último gobierno del sátrapa ferrolano, nos encontramos ante un cuerpo colegiado que se formó con criterios puramente discriminatorios: todos ellos eran varones cis-heteropatriarcales y binarios, de edad madura, católicos, pertenecientes a profesiones y cuerpos de funcionarios muy elitistas. Para ser más concretos: había tres fiscales (uno del Tribunal Supremo), dos notarios, dos abogados del Estado, dos tenientes generales, un almirante, tres catedráticos de universidad, dos diplomáticos, dos ingenieros, un técnico de la Administración Civil del Estado, un letrado del Banco de Bilbao y un empresario. De ellos, tres habían sido premio extraordinario de la carrera de Derecho y uno doctor por la prestigiosa universidad de Bolonia. Basta con leer estos datos para entender el gigantesco paso adelante en materia de inclusión que ha sido la llegada de Irene Montero, Alberto Garzón o Miquel Iceta al gobierno de España. Que un estamento que, hasta hace medio siglo, estaba reservado a lo más selecto de las élites nacionales se abra a la gran variedad de nuestra España actual, tan vibrante, poliédrica y democrática, indica todo lo que hemos ido avanzando en estos últimos cincuenta años. Gracias a la restauración borbónica, una cajera-psicóloga  puede  estar al frente de algo tan necesario y útil como el ministerio de Igualdad, donde personas que, bajo la Dictadura, estarían en la consulta de López Ibor ahora ejercen de subsecretarias. ¿Y el ministerio de Consumo, cuyas acciones, escasas pero escogidas, han ayudado tanto a nuestros ganaderos y agricultores? ¿No es un logro el que alguien sin estudios superiores esté al frente de la Cultura, de nuestros teatros, museos y bibliotecas? Su acción de gobierno en estos últimos años es una muestra de  lo lejos que ha llegado la España de Felipe VI y su Bismarck, el doctor Sánchez, en la abolición de las antiguas barreras.

No nos podemos conformar con los logros del actual ejecutivo, como tampoco nos valen hoy las referencias, pioneras en su momento, de Leyre Pajín, Bibiana Aído o Pepiño Blanco. El compromiso de nuestro régimen es ir siempre un paso más allá. Lo que está más que claro es que España ya no volverá a la negra noche de 1975, cuando el dictador no viajaba y tenían que ser los Eisenhower, Nixon, De Gaulle o hasta el Negus etíope los que se desplazaran a El Pardo para tratar con el tirano. Hoy podemos afirmar con legítimo orgullo que nadie viaja más que el doctor Sánchez y que nunca en nuestra historia había sido España así de influyente y decisiva. Asombra ver todo lo que hemos conseguido por no seleccionar excluyendo.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

Comentarios

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar