Europa declara el estado de emergencia climática. Sí, y yo declaro que me va a tocar el gordo esta navidad. Los chicuelos se echan a la calle con pancartas en las que avisan a los políticos de que su paciencia se está agotando. Tengo ahora ante los ojos una fotografía que parece tomada en el mayo francés. Una hilera de chicas monísimas y de chicos pijísimos vociferan consignas ultraecológicas y se lo pasan pipa. La bruja Greta avanza hacia Portugal no a horcajadas de una escoba, sino en la hamaca de un catamarán de lujo para desplazarse desde Lisboa hasta Madrid en un automóvil detox y montar en la cumbre del clima el numerito que tantos réditos le da. Me pregunto cuántos, entre los líderes de la demagogia, los teenagers indignados y las listillas que barren hacia dentro, están dispuestos a prescindir de la calefacción y del AC, a apagar de por vida las pantallas de sus PC, a tirar a la basura ¡no, no, a la basura no! las baterías de sus smartphones, a tener sólo dos jeans y dos bragas de solterona en su fondo de armario, a no practicar el deporte del shopping durante el Black Friday, a llevar sus coches, sus patinetes y sus bicicletas al chatarrero, a cargarse a pedradas las bombillitas de la navidad, a no pasar el weekend en el chaletito de la sierra con enanos en el jardín, a no morder el anzuelo de las ofertas low cost para ir y venir en veinticuatro horas a Cancún haciendo escala en Kiev, a ducharse con un hilillo de agua fría tan solo una vez a la semana, a no calzarse unas zapatillas New Balance para hacer running en las cintas del Gymage, a no llevar en las mochilitas del Primark un botellín de falsa agua mineral para que sus pieles se hidraten y sus cutis no se marchiten, a no ponerse auriculares inalámbricos conectados al iPhone, a no calzarse en la muñeca un iWatch para colgar fotos cursis en Instagram, insultar a alguien en Facebook, garabatear máximas de maestro Ciruelo en Twitter e informar por WhatsApp a l@s amig@s de que están desayunando churros en una chocolatería, a no zamparse un McMenú Extreme con medio litro de Coca-Cola Zero en el McDonald's más cercano o un contenedor de palomitas en el estreno de la última película de la Disney... Todo eso, jovencitos, contamina cantidubi, alimenta las cuentas corrientes de los plutócratas e infla los beneficios de las multinacionales. No sois víctimas del Sistema. Sois sus proveedores, sus lacayos y sus fuentes de financiación.
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