En nuestro singular sistema político hay dos grandes irresponsables: el Monarca y el pueblo, es decir, eso que llaman “la ciudadanía”. La única diferencia está en que el Monarca ni pincha ni corta, mientras que “la ciudadanía” corta y pincha con sus papeletas de voto. La cosa no deja de ser paradójica, pues quien decide cómo ha de gobernarse la nación no es la persona que por su cargo más informada tiene que estar de los asuntos públicos, sino el “colectivo” que de los asuntos públicos sólo sabe lo que entre insulto e improperio se les cuenta en las campañas electorales o en los medios de confusión, como decía Marías. Los únicos que sí son responsables, o deberían serlo, son los individuos del poder legislativo y ejecutivo en primer lugar y, en menor grado, los del poder judicial.
Irresponsabilidad y democracia
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