De Gasperi fundó la Democracia Cristiana en 1943. Andaba yo por Italia cuando ese partido celebró su vigésimo aniversario. Lo hizo con un cartel en el que se veía a una jovencita vestida de largo y portadora de un bouquet de flores. Al pie se leía: "La Democracia Cristiana cumple veinte años". No pasó ni media hora antes de que los guasones pintarrajearan otra frase: "Y ya es una puta". El pasado jueves cumplió cuarenta primaveras nuestra cacocracia, oclocracia o plutocracia. Los medios de información, que ya sólo son loritos de repetición, han conseguido que se enteren de esa efeméride hasta los pacientes en coma. ¿Dónde andaba yo cuando aquella pantomima se estrenó? Supongo que en Fez. Ejercía la docencia en su universidad. Algo es seguro: no mordí el anzuelo de las urnas. No suelo votar por nadie, descreo del sufragio universal, los partidos me parecen rebaños, no soy amigo de las Constituciones (en un país tan civilizado como Inglaterra no la hay) y, encima, ni me gustó ni suscribí año y medio después el insulso texto de la nuestra, por casi nadie leído y por casi todos respaldado. Había y hay en él demasiadas incongruencias para mis tragaderas. El Estado de las Autonomías, por ejemplo. Todos los medios de repetición canturrean ahora el sonsonete de que el 15 de junio de 1977 llegó la democracia a este país en el que nunca había cuajado. El Español publicó el jueves una encuesta acerca de la valoración que ese régimen político suscita hoy en la opinión pública. Pedro Jota se llevó las manos a la cabeza al constatar que casi la mitad de los españoles, y especialmente los millennials, se sienten decepcionados no tanto por lo que se ha hecho como por lo que no se ha hecho. Mi decepción, en cambio, obedece a lo que sí se ha hecho y, por añadidura, a lo que los desencantados piden: más democracia. ¿Aún más? ¿Y por qué no más meritocracia? No escarmientan. Ese sueño de la razón convertido en monstruo tiene tres patas: libertad individual, igualdad con matices y propiedad privada. Las tres estaban menos cojas hace cuarenta años que ahora. La última, debido a la inseguridad jurídica y los abusos tributarios. La segunda, por culpa del favoritismo otorgado a la inmigración y de las leyes de desigualdad de género. La primera, a causa de la hiperactividad legislativa y de la intromisión pública en todos los ámbitos de la vida. ¿Conque la democracia era esto? Yo luché por ella. De haberlo sabido...
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