Motivado en el mensaje que me ha hecho llegar un lector de El Manifiesto, trataré de abordar ciertos puntos en forma de artículo con el fin de enriquecer el intercambio en forma general. Y como el título de ese mensaje es: "La religión es un absoluto", empecemos por allí.
La pretensión a una verdad religiosa universal implica siempre una abstracción abarcadora de todos los hombres. Es como la idea de humanidad, o mejor dicho: es la base misma de la idea de humanidad.
El paganismo no tiene pretensiones de verdad más allá de un ámbito propio, que es el del pueblo que lo practica. Y tan es así que pudieron coexistir distintos paganismos sin problema: celta, pagano, romano, griego, nórdico, etc. Los enfrentamientos entre esos pueblos nunca fueron religiosos sino políticos, llegado el caso.
Los enfrentamientos basados en la religión son parte de la mentalidad monoteísta y de la idea de pueblo único y elegido. El hinduismo no hacía proselitismo, no lo hacía Roma fuera del propio pueblo romano, ni tampoco los griegos, ni los celtas ni los germanos.
Para un pagano la religión no es una verdad en sentido universal y abstracto, sino que forma parte de su forma propia e irrepetible de concebir lo sagrado, inseparable de sus antepasados. Es más una vivencia que una abstracción. Y una vivencia acorde a unas características precisas, a una cultura, a una identidad.
Es muy común que se descalifique al paganismo diciendo que el nazismo era pagano. Eso es ridículo porque: si el nazismo era pagano en parte, también era católico en parte y en parte protestante. No sería de extrañar encontrarnos con que su mayor parte fuera católica o se dijera cristiana, pero no es el caso. Si admitimos que fue en parte pagano, tendríamos que precisar cuál fue ese paganismo y si se puede identificar en conducta y pensamiento con el romano, con el griego, con el hindú, etc. Es siempre la manía inquisitorial de identificar una religión con una política con pretensiones de dogma universal. Por esa vía terminaríamos diciendo que Pitágoras e Hypatia eran unos nazis y quizá también los persas y así sucesivamente. No hay cosa más ridícula que eso.
Sólo las religiones monoteístas hacen proselitismo, y allí radica también su poder universal. Claro que entonces poder y verdad se empiezan a parecer mucho y se confunden entre sí.
No hay duda de que el cristianismo ha tomado a veces el rostro de un pueblo, pero no al modo pagano. La idea imperial de Carlos V implicaba que el emperador era el jefe de la Iglesia, pero no implicaba el respeto a los dioses de los pueblos americanos, sin ir más lejos. Si defiendo a España y a los españoles es porque son mi sangre y mis antepasados, y no por haber avasallado unos dioses que finalmente –y como era de esperar– terminaron resucitando con más fuerza que el odiado dios de los conquistadores. Ya sé que el progresismo eclesiástico también tiene una respuesta para eso, y la está aplicando con bastante éxito en América. Sería entonces la segunda muerte de los dioses de los incas, de los mayas, etc. Pero eso ya es cosa de ellos.
Los rusos han hecho un Cristo que es bastante pagano, en cuanto es para los rusos y para nadie más. Ellos tienen el espacio y la identidad suficientes para hacer y ejercer su propia religión sin pretensiones de universalidad.
Constantemente el cristiano confunde las cuestiones religiosas con las políticas. Que haya o no haya crucifijo en las escuelas no significa nada para que un pueblo sobreviva. De hecho la tiranía religiosa ha significado el final para muchos pueblos, en especial por la inmovilidad mental y creativa que implica.
Las contradicciones de los curas bendiciendo a la vez a los buscadores de oro y a los indios se parecen más a una lavada de manos que a una postura coherente. No me interesa si un hidalgo era católico o pagano; me interesa que haya obedecido a las leyes de la historia y se haya enfrentado a su destino con valor. Después de todo, el oro nunca es para la tropa; la mayoría de las veces ni siquiera para el jefe, sobre todo en el caso de América.
El paganismo no tiene ninguna pretensión de verdad. Es el sentimiento que un grupo de personas del mismo origen y del mismo destino asumen, dándole una forma en la estética, en la acción, en la identidad que es la manera que asume la eternidad en un momento y en un lugar determinados.
El mundo cristiano y aun el católico están fragmentados porque siempre estuvieron más o menos así, como una parte lógica de su acción política travestida en imperativo espiritual. Lo mismo ocurre con el mundo musulmán. A los judíos les pasa menos, porque ellos tienen siempre la precaución de no comprar lo que venden. Tienen mucho oficio en ese arte desde hace milenios. Ellos conocen más las debilidades y las limitaciones del hombre, y la real inexistencia de “la humanidad”.
En un mundo donde algunos grupos “universales” se reparten el poder espiritual y las ganancias materiales, todo lo que tienda a defender particularidades está de más.
No hay leyendas negras contra la Iglesia. La Iglesia es del mismo color de la historia en la que participa. Sólo que su verdad universal supuestamente la redime. Nosotros los paganos no necesitamos de semejante hipocresía, sabemos que cada uno debe asumir por sí mismo su propia responsabilidad y cumplir con su propio destino. Y eso nadie lo hace para imponer un dios, sino porque ha querido hacerlo.