En la fugacidad de la red pasa ante mis ojos la matanza cometida por los comunistas en una aldea vietnamita, durante la llamada guerra de Vietnam.
Fue contra uno de esos pueblos a los que les cuesta convencerse de las bondades del comunismo. Entonces comenzaron a pasar por mi memoria otras inútiles matanzas, como la de esa revolución nicaragüense en la cual luego de miles y miles de muertos hay que terminar escuchando decir al teólogo revolucionario Ernesto Cardenal que el comandante Ortega y su familia son unos ladrones y que la revolución está perdida. Ciertamente más perdida está para los que murieron por ella y por su estúpida utopía revolucionaria.
Otro tanto pasa con la Unión Soviética que implosionó un día sin más explicaciones, luego de haber originado matanzas y genocidios culturales como el mundo no había visto jamás.
Ahora que el comunismo se pasa de ineficiente capitalismo de estado a eficiente capitalismo privado mixto, y digo mixto no porque sea privado y estatal, sino porque es privado multinacional y privado de los jerarcas del partido como fue siempre, en China, en Vietnam, en Cuba o donde fuese que la utopía comunista disciplinó la mente de un pueblo por el terror.
Nadie admitirá sin embargo que resulta cierto eso que decíamos los viejos peronistas entre otros, sobre que el capitalismo de estado esclavista del comunismo, no tenía diferencias esenciales con el esclavismo liberal y que en algún momento ambas cosas serían lo mismo. Pues bien: ese momento ha llegado. La disciplina social es lo único aplicado y aplicable de la ideología progresista y ya las clases dirigentes “de izquierdas”, aún las más “latinoamericanas y revolucionarias”, prestan un servicio inestimable al sistema global del que forman parte. Ellos son los que administran los subsidios para que los pobres se comporten y vivan siempre de su mano, hechos unos marginales desde su nacimiento hasta el fin de sus días. Por otra parte resulta ideal esa sujeción para inmovilizar a unas clases medias que, aunque progresistas, odian todo lo que les impida adueñarse de un mundo que creen histéricamente propio y son esencialmente cobardes.
Todo cierra a la perfección. Cuba habla ahora de “competitividad”. Por esa competividad revolucionaria se sacaron de encima al iluso de Guevara que se creyó eso del “hombre nuevo revolucionario” que vaya a saber qué cosa significaba en su cabecita loca.
Ahora que es necesario que la multinacional Monsanto y sus fuerzas de seguridad convivan con los “proyectos revolucionarios latinoamericanos” devastando el territorio, controlando la producción rural y la entrada de divisas con las cuales se pagan los subsidios con los cuales se da de comer a la población, ahora sabemos lo que es la revolución, que a falta de proletarios se hace con lumpen proletariat enardecidos por su nueva posición social de policía mal paga del sistema. Una horda a la que se alimenta o no se alimenta según su grado de obediencia.
Ahora que todo cierra sabremos realmente qué se siente ser un número en los registros del partido único mundialista, ese que nos muestra hoy qué es el verdadero socialismo, el “socialismo real”, la unificación y el desprecio extremo por el hombre, tal como lo ha mostrado el comunismo siempre, aplicando la vieja fórmula alquímica del “solve et coagula”. Por eso Perón nos ahorró siempre el millón de muertos, porque sabía que en la relación de fuerzas final, en la “alta política” había dos pinzas trabajando para lo mismo, y que la única lucha que realmente valía y vale la pena, es la que se eleva por sobre esa lógica perversa. Nosotros en alguna época la llamábamos Tercera Posición. Pero no importa el nombre, de hecho ha tenido y tiene muchos nombres, pero sí estoy seguro que ninguno de ellos se parece al nombre de comunismo.